Por Francisco Xavier Sánchez | sacerdote
Hace tiempo que no he querido tratar directamente el tema de la violencia y la impunidad en México porque es algo desmoralizante, me he querido centrar en reflexiones más teológicas y espirituales (sin descuidar en las mismas el compromiso político y social que implica ser cristiano) en este año de la fe, que estamos por concluir. Sin embargo algunos acontecimientos recientes me hacen reflexionar sobre las posibles causas de esta espiral brutal, ciega e imbécil, de violencia que estamos viviendo. Analizando esta situación a partir de la expresión popular: “No tener madre”
En México la violencia está en todas partes y es moneda común en nuestros días, o como diría Hannah Arendt: “el mal se ha banalizado”. Un país donde los narcos son liberados (como Caro Quintero), y otros hacen fiestas públicas en las que invitan a políticos y deportistas (como Arellano Félix, asesinado en su fiesta). Un país donde los presidentes municipales son asesinados (como es el caso de un alcalde de Michoacán, Ygnacio López Mendoza, torturado y asesinado por denunciar practicas de extorsión de “Los Templarios” en su estado). Un país donde se puede matar a una jovencita por robarle un teléfono celular, en fin…, la lista es larga y cotidiana.
Lo peor de todo esto es de que vivimos en un país sin justicia, sin credibilidad en la practica de la Ley. Yo vivo en el Estado de México en donde la policía en una buena proporción es corrupta. Un país en que el presidente de la República tiene que conceder un indulto presidencial, para que un profesor encerrado injustamente por más de 13 años pueda salir libre (Alberto Patishtán) porque las leyes en México no se lo permitieron. Un país en el que el ex presidente de la Suprema Corte de Justicia, Genaro Góngora Pimentel, encarcela a su esposa injustamente y no se preocupa por dar una pensión justa a sus propios hijos. Un país en el que se hace un proceso contra los directores del Documental,“Presunto culpable”, por “dañar la imagen” de un comandante de la policía que sin orden de aprehensión y de manera arbitraria detiene a un joven acusándolo de un crimen que no cometió; y por dañar igualmente la imagen de un joven que mintió y calumnió para que otro joven estuviera varios años preso injustamente. Acusaciones millonarias que seguramente son respaldadas por algunos magistrados como venganza por el documental que pone en evidencia (“balconea”) las cochinadas de la “justicia” en México.
¿Hasta dónde hemos llegado en cinismo y corrupción en nuestro país? Al pensar en todas estas personas cínicas y sin escrúpulos (narcotraficantes, políticos, jueces y otros) me viene a la mente la expresión popular “no tener madre”. Expresión que yo no utilizo (porque normalmente yo no digo groserías), pero que ahora analizo. El comportamiento de varios mexicanos en materia de robos, narcotráfico, e impartición de justicia, me ha permitido comprender mejor esa expresión popular con toda su fuerza moral e incluso ontológica. Octavio Paz había analizado, por su parte, la expresión: “hijos de la chingada” en su obra El laberinto de la soledad. Analizando la expresión “no tener madre”, pienso lo siguiente. Moralmente: La madre representa no sólo el nacimiento y el origen del ser humano, sino también la educación (moral, cívica, religiosa, ética, etc.) o por lo menos así debería de ser. Hay un texto muy hermoso en los evangelios en que una mujer del pueblo, le grita a Cristo –al ver todas las cosas buenas que él hacía– “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron”(Lucas 11, 27). Es decir que Cristo si tuvo madre, una gran madre. Esa mujer que le grita ese “piropo” reconoce que Jesús no se hizo sólo; su vida y su obra son reflejo de la educación que él recibió de sus padres, y en particular de su madre. Ontológicamente. Los griegos siempre buscaron un principio (arché) para explicar el origen y fundamento de todo: el agua (Tales de Mileto) el ser (Parménides), etc. Tener un principio moral u ontológico es indispensable para el buen desarrollo de la vida personal y social.
Decirle a alguien que “no tiene madre” es decirle simple y sencillamente que no tiene principio (arché), origen en su vida. Es equivalente a decirle que “no existe humanamente”; que no vive como ser humano aunque lo veamos caminar, hablar, robar, mentir, engañar, etc. Y en México cada vez vemos a más mexicanos(as) sin madre. ¿Qué ha pasado? ¿Son las madres que no supieron parir (educar bien) a sus hijos? ¿O son no-nacidos (nonatos), como seres humanos? Por último: ¿Cómo nacer de nuevo como verdaderos seres humanos? Esto me recuerda la pregunta que le hacía Nicodemo a Jesús una noche en que fue a verlo, sobre la posibilidad de nacer de nuevo: “¿Cómo puede un hombre siendo ya viejo volver al seno de su madre para nacer de nuevo? Es decir como volver a tener madre. Y no se trata aquí –claro está– de la madre biológica, sino de la dignidad, de la paz, de la alegría se sentirme NACIDO, es decir existente y en paz con los demás y conmigo mismo. Jesús nos da la respuesta que necesitamos en México y en el mundo en estos tiempos de violencia: “En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu.” (Lucas 3, 4-6). Nacer de la carne no es nacer, es ser abortos de la droga, del poder, del dinero, etc., es en definitiva no tener madre. Nacer del Espíritu es comprometernos con un mundo más justo y solidario; es morir al egoísmo para nacer en la responsabilidad; es tener a Dios mismo como nuestro origen (arché), es tenerlo como Madre y como Padre.
Vista Hermosa, Tlalnepantla. Estado de México, 8 de Noviembre de 2013