Por Luis-Fernando Valdés |

Monseñor Silvano Tomasi presentó el pasado 16 de enero el informe de la Santa Sede ante el Comité de las Naciones Unidas de Ginebra sobre la aplicación de la Convención para los derechos del niño.

En realidad, no se trata de un juicio penal o administrativo contra la Iglesia católica, sino de la aplicación tanto de la convención firmada por el Vaticano en 1990 como de los otros dos “protocolos opcionales” signados en 2001. A finales de noviembre del año pasado, como prevé la normativa, la Santa Sede envió a Ginebra una respuesta por escrito a las preguntas de la ONU.

Ese cuestionario fue respondido en esa sesión en vivo en Ginebra. Las cuestiones se centraron en los casos de pederastia y de maltrato de menores en la Iglesia de Irlanda, España y México (especialmente en relación con el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel Degollado).

Durante la presentación, el arzobispo Silvano Tomasi, embajador del Vaticano ante la ONU en Ginebra, manifestó que la Iglesia católica “está ansiosa por convertirse en un ejemplo de ‘best practices’ en esta importante empresa [de proteger a los menores]”.

Y afirmó que la Santa Sede da la bienvenida a cualquier “sugerencia que la Comisión quiera presentar a la Santa Sede para la promoción” y “el respeto a los derechos del niño” y la “aplicación efectiva de las disposiciones de la Convención y sus Protocolos”.

¿Corresponde esta declaración de Mons. Tomasi con la práctica de la Santa Sede, o será retórica para salir del paso? Los hechos le dan la razón. Veamos un par de ejemplos.

Al día siguiente de esta audiencia en Ginebra, al agencia AP reveló un informe del Vaticano, en que se detalla que el papa emérito Benedicto XVI destituyó durante su pontificado a casi 400 sacerdotes en dos años por abusar sexualmente de niños.

Estas estadísticas, compiladas de los propios reportes anuales del Vaticano sobre las actividades de sus distintas oficinas, corresponden a los años 2011 (con 260 bajas) y 2012 (con 124). Las bajas en esos dos años superan a los 170 sacerdotes destituidos entre 2008 y 2009. [AP, 17 enero 2014]

Una segunda muestra. El mismo día de comparecencia, el Papa Francisco, en la homilía de la Misa en Santa Marta, manifestó su rechazo por los eclesiásticos que cometen estos delitos. El Santo Padre aludió sin mencionarlos a los sacerdotes corruptos: “¡Sabemos dónde están! Escándalos, algunos, que han hecho pagar tanto dinero: está bien; se debe hacer así porque son ¡la vergüenza de la Iglesia!”

El Pontífice explicó que esos clérigos corruptos no tenían contacto con la Palabra de Dios: “¡No tenían un lazo con Dios! Tenían una posición en la Iglesia, una posición de poder, también de comodidad. ¡Pero no la Palabra de Dios!” [News.va, 16 enero 2014]

Ante las acciones de los últimos Papas, y las acciones de la Santa Sede, es patente que a nivel institucional la Iglesia ya no encubre a los sacerdotes pedófilos, y que su enfoque está ahora centrado en ayudar a la víctima.

Además, las políticas para admitir candidatos al sacerdocio son más estrictas en el tema de la formación en la afectividad. De esta manera, seguramente la credibilidad de la Iglesia se recuperará y los casos de abusos disminuirán. Pero sería ingenuo pensar que el pecado desaparecerá… y que las culpas de los clérigos algún día dejarán de ser noticia.

 

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