Por Gilberto Hernández García |
En los viejos álbumes fotográficos, guardados celosamente por los abuelos, todavía se pueden ver los retratos –algunos en un nostálgico color sepia– con la enorme familia en pleno. Las imágenes reflejan los modelos y concepciones de familia en tiempos idos: el padre – patriarca al centro, la madre, al ladro del jefe de familia, puesta en pie y los numerosos hijos y otros parientes en torno de ellos.
Pero igual que las añejas fotos que con el paso del tiempo han ido perdiendo nitidez, en la tradicional familia mexicana, también poco a poco, se han ido experimentando cambios que no pueden pasar inadvertidos. Con el correr de los años en las fotografías el número de hijos disminuyó y, en algunos casos, en vez de los dos padres de familia, aparece ya sólo uno, casi siempre la madre, porque el padre está ausente, porque ha emigrado o debido a que sencillamente no forma parte de la familia. Este parece ser el rostro emergente de la familia mexicana en el siglo XXI.
La familia mexicana en números
Según datos del Consejo Nacional de la Población (CONAPO) en 2008 hay en México cerca de 24 millones de familias. En el país, 92 de cada 100 hogares son familiares –es decir, existen lazos de parentesco–, mientras que 8 no forman núcleos de familia, bien porque viven solos (7) o porque siguen un patrón que no se le puede considerar familia (1).
En los estudios oficiales se distinguen dos tipos de hogares familiares: los nucleares –aquellos constituidas por un jefe y su cónyuge con hijos dependientes de los padres– y los extensos –donde además de los constituyentes de la familia nuclear se agregan otros parientes–. En México dos de cada tres hogares son nucleares, y una de cada cuatro familias es extensa. Ocho de cada diez hogares son de ciudad, el resto es rural.
El estudio Diagnóstico de la Familia Mexicana preparado por el DIF (2006) dice que la familia nuclear en México está compuesta por 4 o 5 miembros en promedio: padre, madre –o al menos uno de ellos– y entre dos y tres hijos por pareja. El documento señala que el 80% de las familias está encabezada por un hombre y el 20% por mujeres. Esto significa que el modelo tradicional de mamá, papá e hijos, sigue imperando en nuestra sociedad. Los hijos en un 80% viven en el pueblo o ciudad que sus padres, lo cual indica, de alguna forma, la existencia de cohesión familiar.
El mencionado texto del DIF habla de que en 60 de cada 100 familias hay convivencia frecuente de tres generaciones (abuelos, padres e hijos), y señala que para 9 de cada 10 mexicanos su familia es lo más importante y tiene valor prioritario; sin embargo también existe un dato preocupante: uno de cada cinco mexicanos menciona que no existen muestras de cariño en su familia.
¿Cómo ha cambiado el retrato de familia?
México ha sufrido cambios profundos en distintos órdenes de la vida social, económica, política y cultural durante los pasados cincuenta años. En el ámbito de la familia, las transformaciones han sido realmente notables. En el medio siglo que siguió a la lucha armada de la Revolución Mexicana (1910-1921), se lograron avances considerables en el descenso de la mortalidad, que junto a una alta fecundidad implicó que la familia típica mexicana, en la década de 1960, consistiera de una pareja con numerosa descendencia.
Diversos factores se han conjugado desde entonces para que actualmente se advierta una mayor diversidad en el tipo de hogares en nuestro país. En primer término se puede anotar el retraso de la primera unión, cuya edad media aumentó de 21 años en 1970 a 24 años en 2005 entre las mujeres y de 24 a 26 años entre los hombres.
Junto al aplazamiento de las primeras nupcias, se tiene el descenso de la fecundidad, con una disminución de 6 o 7 hijos por mujer en 1970 a 2 en 2005. Además, es cada vez más común la disolución de uniones, lo cual se refleja en el hecho que la proporción de personas alguna vez unidas que se han separado o divorciado se duplicó de 1970 a 2005 tanto en mujeres (de 4% a 8%) como en hombres (de 2% a 4%). En el año 2005 por cada 100 enlaces en el país hubo casi 12 divorcios.
La combinación de estos hechos ha propiciado, a su vez, una notable reducción en el tamaño de los hogares de 5 o 6 miembros, en promedio, en 1970 a 4 o 5 en 2005, y una mayor frecuencia de familias encabezadas por mujeres, de los hogares monoparentales y de las llamadas “unidades domésticas unipersonales”.
Los retos y las oportunidades
Los diversos estudios dejan entrever retos importantes para la familia, especialmente el creciente involucramiento de la mujer en el trabajo profesional pues hay que crear las condiciones necesarias para que sean compatibles la vocación de madre y la vocación de profesionista.
De las madres solas (poco más de 5 millones), 44% son viudas, 25% separadas, 22% solteras y 9% divorciadas. Muchas de estas mujeres enfrentan el reto de ser papá y mamá a la vez, proveedoras y educadoras. Será fundamental incidir en la creación de políticas públicas que apoyen a estas mujeres que en ocasiones desempeñan su papel con verdadero heroísmo y entrega por sus hijos.
A decir del DIF los mayores problemas que vulneran la vida de las familias son la violencia intrafamiliar, los problemas económicos, la desintegración familiar. En lo tocante a la violencia ésta no es solamente contra la mujer, sino que también se da contra los niños y los ancianos. La desintegración familiar tiene que ver con el índice de divorcios y cada vez más con la migración.
Según varios especialistas en el tema de la familia, el reto está no sólo en salvaguardar la institución familiar ante los proyectos que atentan contra ella desde fuera, sino, al interior de la misma, lograr una mayor convivencia y comunicación para que juntos, de manera solidaria se logren superar los conflictos naturales de la misma dinámica de convivencia, que implica dejar de lado complejos machistas, y potenciar los valores de la pertenencia, la ayuda y el amor.