El Papa Francisco presidió la Eucaristía de Miércoles de Ceniza, con la que ha dado comienzo la cuaresma. Previo a la celebración encabezó la liturgia de la Estación Cuaresmal en la Basílica de San Anselmo en el Aventino y la procesión penitencial hacia la cercana Basílica de Santa Sabina.

En su homilía, el Santo Padre destacó tres elementos que caracterizan la Cuaresma: la oración, el ayuno y la limosna. Al referirse al primer elemento dijo que La oración, es la fuerza del cristiano y de cada persona creyente. Porque en la debilidad y en la fragilidad de nuestra vida, podemos dirigirnos a Dios con confianza de hijos y entrar en comunión con Él. Y ante tantas heridas que nos hacen mal y que nos podrían endurecer el corazón, estamos llamados a “zambullirnos en el mar de la oración”, que es el mar del amor ilimitado de Dios, para gustar su ternura.

El segundo elemento relevante del camino cuaresmal es el ayuno.Pero debemos estar atentos – dijo el Papa – a no hacer “un ayuno formal”, puesto que el ayuno tiene sentido si verdaderamente “mella nuestra seguridad”, y su también de él deriva un beneficio para los demás, si nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina sobre el hermano en dificultad y se hace cargo de él. De ahí que el Pontífice afirmara que el ayuno comporta la elección de una vida sobria, que no derrocha, que no “descarta”. Ayunar nos ayuda a entrenar el corazón a lo esencial y al compartir. Es un signo de toma de conciencia y de responsabilidad frente a las injusticias, a los atropellos, especialmente con respecto a los pobres y a los pequeños, y es signo de la confianza que ponemos en Dios y en su providencia.

El tercer elemento es la limosna – dijo asimismo Francisco – porque indica la gratuidad, ya que en la limosna “se da a alguien de quien no se espera recibir algo a cambio”. Mientras hoy con frecuencia la gratuidad no forma parte de la vida cotidiana, donde “todo se vende y se compra”. Todo es cálculo y medida.

El Papa concluyó su homilía recordando que con sus invitaciones a la conversión la Cuaresma viene providencialmente “a despertarnos, a despabilarnos del entumecimiento, del riesgo de ir adelante por inercia”.

Y a la pregunta de ¿por qué debemos volver a Dios? El Santo Padre dijo: “¡Porque algo no va bien en nosotros, en la sociedad, en la Iglesia y tenemos necesidad de cambiar, de dar un cambio, de convertirnos!”. La Cuaresma viene nuevamente a dirigir su llamamiento profético, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y en torno a nosotros, sencillamente porque Dios es fiel, sigue siendo rico de bondad y de misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y volver a comenzar de nuevo. ¡Con esta confianza filial – dijo – pongámonos en camino!”.

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