Por Fernando Pascual |
Ha iniciado un conflicto. Luchan unos contra otros. Tensiones en la calle, coches incendiados, escaparates rotos, heridos. La policía carga. Algunos manifestantes lanzas piedras. Las cámaras tienen material abundante para las agencias de noticias y para las millones de páginas de Internet.
Empieza en seguida la guerra de las imágenes. Los de un bando muestran las agresiones de los otros. Los del otro bando intentan hacerse pasar por víctimas. Las redes sociales difunden el material más impactante: policías que golpean a una persona en el suelo; rostros ensangrentados; un muerto envuelto con una manta…
¿La realidad? Muchos no la conocen. Porque la realidad está compuesta por un mosaico enorme de eventos. Algunos aparecen ante las cámaras: nadie puede negar que ese hombre tirado en la calle está muerto (a no ser que se trate de montajes muy bien elaborados). Otros hechos quedan en lo oculto, o porque no hay imágenes, o porque han sido cuidadosamente ocultados.
El mundo de la información vive muchas veces de filmaciones y fotografías que impresionan. Pero no siempre es capaz de ir a fondo y de investigar qué había hecho aquel hombre abatido por los disparos de un policía, o por qué nunca vimos cómo un grupo de manifestantes apaleaban hasta matarlo a un agente indefenso.
Además, antes de la carga de la policía que tanto replican una y otra vez en las redes sociales, ¿qué ocurrió? A la vez, si sólo nos llegan imágenes de las autoridades, seguramente la violencia reflejada en las mismas estará manipulada para acusar como únicos culpables a los manifestantes.
Por eso, no basta ver y difundir vídeos o fotomontajes que causan impresión pero que pueden ser parciales e injustos por ocultar violencias de los unos o de los otros. Un buen periodista, desde la sensatez, sabrá ir a fondo para no dejarse arrastrar ante las primeras impresiones. Buscará informaciones alternativas, analizará reivindicaciones y propuestas de unos y de otros, observará comportamientos. Sólo entonces tendrá más elementos para emitir un juicio seguramente no completo, pero al menos un poco más sereno y equilibrado.