PINCELADAS | por Justo López Melús |

Santa Teresa tenía un buen sentido del humor. Se cuenta que una vez la obligó la superiora a suspender el ayuno: «Bajo santa obediencia le mando que almuerce una tortilla con tocino». Y la Santa contestó: «¿Obediencia y tocino? ¡Sea muy enhorabuena!». En otra ocasión la invitaron unos amigos a comer perdices, y comentó: «Conviene distinguir: cuando perdiz, perdiz, y cuando oración, oración».

Caminaban juntos Teresa y Juan de la Cruz, y alguien les gastó una broma, y fray Juan se sonrojó. Santa Teresa le dijo: «¿Qué pasa, padre mío? ¿No se sonroja la dama y se sonroja el galán?». En otra ocasión preguntó la Santa a su escribano cuánto eran sus honorarios. El oficial contestó: «Un beso». Y la Santa se lo dio diciendo: «Nunca me ha salido una escritura tan barata». No interesa averiguar si estas leyendas son auténticas o no, pero la verdad es que reflejan el talante campechano de la gran mística.

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