Por Juan Gaitán |

A un musulmán se le puede reconocer en la calle por su vestimenta. Lo mismo a un judío o a un budista, pero no así a un cristiano, pues la Iglesia, desde el siglo I, ha querido adecuarse a los usos y costumbres de cada cultura.

Esto le ha dado al cristianismo grandes riquezas. Tan solo en las cartas de San pablo se pueden notar la variedad de comunidades que se convirtieron a la fe en Cristo, cada una desde su propia realidad, costumbres, dudas y pecados.

Esto nos lleva a concluir que la Iglesia es una agrupación amplísima que trasciende las fronteras políticas y hermana a gran parte de la humanidad bajo un vínculo muy especial. La Iglesia es una comunidad esparcida por todo el mundo unida de modo espiritual (invisible), pero también de modo visible a través de sus asambleas locales presididas por un obispo.

En otras palabras: En la Iglesia hay de todo. Y de ello deriva lo evidente: En la Iglesia cabemos todos.

Jesús mantuvo diálogo con Nicodemo, con una mujer samaritana y con una adúltera, con el paralítico, con el ciego, con el cobrador de impuestos, con los pescadores… A todos les anunció el Evangelio.

La Iglesia, entonces, es un espacio en el que hay cualquier cantidad de formas de vivir la fe en Cristo activamente (¿hay otra manera?). Es un hogar para todos. La clave está en encontrar tu sitio:

Existen los grupos juveniles que se reúnen en las parroquias, los que reflexionan mucho, los misioneros y los coros, los que gritan, los que corren, los que brincan; los grupos de meditación bíblica, la pastoral matrimonial, familiar, encuentros conyugales, ministerio de enfermos, ministros extraordinarios de la Eucaristía, catequistas, pastoral social.

Existen los grupos de laicos que disfrutan de la belleza de la Liturgia bien cuidada, las que se van a la sierra con guitarra en mano, los peregrinos que recorren el país en bicicleta. Hay agrupaciones de sacerdotes y laicos que luchan por la justicia, por los derechos humanos, por el respeto a la mujer y por la defensa de los indígenas explotados, y hay grupos de evangelización, de oración, de asistencia en comedores, de pastoral penitenciaria… La clave es celebrar la fe en comunidad, como Jesús.

Entre más conoce uno a la Iglesia, más se percata uno de que ésta es un hogar para todos y que el “secreto” para construirla es hallar el sitio en el que uno se sienta cómodo y pueda explotar sus talentos para servir al prójimo. Siempre habrá por ahí un grupito de Iglesia que piense como tú, que te acoja con misericordia, que te ayude a superarte y que te convierta en un canal para transmitir la Buena Nueva.

La Iglesia es amplísima, es un hogar en el que todos caben, la clave es está en encontrar tu sitio. ¿Ya encontraste el tuyo?

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