Por Luis Alfonso Orozco |

122 mil asesinatos por manos de la violencia, más 114 mil niños asesinados por el aborto asistido. Una cifra pavorosa, casi un cuarto de millón de personas, lo equivalente al exterminio de una ciudad mexicana mediana como Celaya o como La Piedad. Esto en menos de diez años, en un periodo que va desde 2007 al pasado 2013, según reporte de una fundación provida con sede en Durango, al norte del país (Cfr. ReL 23 de marzo de 2014). Son muchos muertos, víctimas inocentes la inmensa mayoría, que refleja un clima de degradación en una sociedad.

Voz de alarma

La tendencia, si no se frena la práctica del aborto, es que este tipo de asesinato de inocentes dentro de poco supere en México al de personas muertas por vía de la violencia posnatal, entre la que destaca la desatada por la guerra contra el narcotráfico. Hay una gran sensibilidad pública ante el tema de la violencia que ensangrienta las calles y cubre de luto muchos hogares, pero lo trágico y peligroso sería que la opinión pública no respondiera con la misma claridad y contundencia ante el crimen del aborto, que siega decenas de miles de vidas inocentes sin rostro y sin nombre, y que como un silenciosos ángel exterminador avanza por vía “legal” ante la permisividad moral de muchas personas e instituciones.

Industria económica detrás del aborto

La citada fundación provida de Durango refiere que de los 114 mil casos acumulados desde que se legalizó el aborto en la Ciudad de México, el 60% de los abortos allí realizados son de mujeres de la capital y zona urbana, pero el otro 40% llega del resto del país. En Durango, por ejemplo, existe una organización que se hace llamar «María» y capta «clientas» para llevarlas a abortar al Distrito Federal: 1.000 kilómetros, entre 10 y 13 horas de viaje. Se señala también que mientras que en México DF se dan más de 7.000 abortos al año, sólo se producen 40 casos de mujeres que dan a luz al niño y lo dan en adopción. Existen, aunque son pocos los grupos provida que facilitan a las madres en dificultad la opción de la adopción y en cambio toda una industria fomenta el aborto.

Oponerse a la degradación moral

Cuando la beata Madre Teresa de Calcuta fue a recibir el premio Nobel de la Paz, dejó bien claro en sus palabras que el aborto era el peor crimen de la sociedad y el principal enemigo de la paz, porque “si se permite a una madre matar al hijo en su propio seno, ¿quién me va a impedir matarte a ti o tú a mí?”. Palabras que a muchos disgustaron por su franqueza, pero sobre todo por la verdad que descubren. La sociedad que permite “por vía legal” el asesinato por medio del aborto muestra signos de degradación y de fuerte insolidaridad. México es un país que ama la vida y debe oponerse con firmeza ante este signo de ignominia.

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