Por Felipe de J. Monroy, Director Vida Nueva México /
Ha concluido la Visita Ad limina de los obispos mexicanos al papa Francisco. Diferente a las anteriores, en general el ambiente fue más franco, distendido. Los obispos de México pudieron hablar sin los titubeos que la mediación del idioma sugiere, sin mediadores que interpretaran de más o de menos. Algo que se está volviendo costumbre del pontífice.
Las capacidades tecnológicas acercaron también mucho más allá de los reportes periodísticos, detalles del encuentro, convivencia, celebración y peregrinación espiritual de los pastores del país en la Ciudad Eterna. Los propios obispos fueron los principales reporteros, fotógrafos e informadores, armados con sus teléfonos inteligentes publicaron en sus redes sociales postales y fragmentos de interés sobre la visita y que los feligreses de sus diócesis agradecieron recibir en sus muros o time line.
Sin duda ha sido una gran oportunidad para conocerse y reconocerse, para charlar sobre los temas qué más apremian en la Iglesia católica mexicana. Los temas más recurrentes: la violencia en el país, la destrucción del medio ambiente, los desafíos educativos y culturales, la ofensiva pobreza, la tragedia migratoria, la falta de liderazgos políticos, la crisis vocacional y famirecuérdeloliar, el activismo de la vida religiosa, la resistencia desde la trinchera antropológica, la difícil gobernanza de congregaciones y presbíteros, así como la caída de viejos paradigmas sociales.
Frente a todos estos temas, el Papa ha escuchado y compartido; ha dado un mensaje claro y contundente: “En la actualidad, las múltiples violencias que afligen a la sociedad mexicana, particularmente a los jóvenes, constituyen un renovado llamamiento a promover este espíritu de concordia a través de la cultura del encuentro, del diálogo y de la paz. A los pastores no compete, ciertamente, aportar soluciones técnicas o adoptar medidas políticas, que sobrepasan el ámbito pastoral; sin embargo, no pueden dejar de anunciar a todos la Buena Noticia: que Dios, en su misericordia, se ha hecho hombre y se ha hecho pobre”, dejó expresado el 19 de mayo.
A lo largo de sus alocuciones insistió en la responsabilidad y, al mismo tiempo en que reconocía la labor de las comunidades, las parroquias o la “insustituible” labor de los laicos, expresó su esperanza en que estos hombres y mujeres puedan transformar y edificar un mundo más justo y solidario.
El Papa no puede elegir qué tipo de feligreses quiere en México, y es evidente que él no ha elegido el amplio cosmos episcopal en el país. Pero sí puede animar y conducir con un tono especial, armonizar las sutiles tensiones y hacer partícipes a todos de un camino abierto, libre, misericordioso y de esperanza. Eso es todo. La colegialidad, de la que muchos habían comprado un boleto, se profundiza y extiende con la aquiescencia pontificia, se ha hecho más manifiesta aunque para algunos haya sido como sacarse la rifa del tigre.
Para tales tribulaciones, el Papa ha dado un consejo: tomar en cuenta el estilo franciscano. Mirar nuevamente a san Francisco de Asís y a su comunidad fraterna: “el estilo franciscano, ten en cuenta, ten en cuenta” dijo el Papa a José de Jesús González Hernández, obispo prelado de Jesús María El Nayar.
¿En qué consiste ese famoso estilo franciscano? Mucho de él se lee entre las líneas de los escritos del Povorello de Asís: practicar la misericordia con los urgidos, vivir con caridad en favor de los necesitados, ubicarse siempre como forastero y peregrino, evitar añadir parafernalia inútil, expresar la virtud a través de la sencillez y, sobre todo, los pobres, acordarse de los pobres.