Por Francisco Xavier Sánchez |
En estos últimos días hemos vivido varios acontecimientos importantes. El Sínodo de los Obispos en Roma con el tema de la familia. Dos elementos a remarcar de éste Sínodo: La bienvenida a los homosexuales en la Iglesia y las palabras igualmente misericordiosas a los divorciados vueltos a casar. Y otro acontecimiento importante es toda la agitación (nacional e internacional) que ha causado la desaparición de 43 jóvenes normalistas en Guerrero. Aunado a esto el estreno nacional de la película: “La dictadura perfecta” de Luis Estrada. Es este último tema el que ahora deseo comentar. Me parece que vivimos ahora en México una crisis política y moral como pocas veces hemos tenido –de esa magnitud– en nuestra historia. Nuestros políticos (del PRI-PAN-PRD-Etc.) han llegado a un grado de cinismo escandaloso y grotesco. Basta con leer o escuchar las noticias en La Jornada, Reforma, Proceso, o Carmen Aristegui, por ejemplo, para darnos cuenta que nuestro país está agonizando.
Prácticamente todos los días nos enteramos de noticias relacionadas con la corrupción, engaños y mentiras de nuestros políticos, aunado a secuestros, extorsiones y narcotráfico, del crimen organizado. Que dicho sea de paso, parece ser lo único organizado que tiene nuestro país. A la crisis política corresponde la crisis moral que padecemos ahora los mexicanos. Cada quien hace lo que quiere porque no hay autoridad moral en nuestro país. Prueba de esto es que el así llamado “líder moral” del PRD, el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, fue apedreado recientemente en el Zócalo en su intento de apoyar a los normalistas desaparecidos.
La gente ya no cree en nada ni en nadie, vivimos en un país acéfalo, es decir sin cabeza. Hace algunos días, platicando después de su conferencia con el Dr. Guillermo Hurtado (del Departamento de Investigaciones Filosóficas de la UNAM), coincidíamos que los cambios en México no pueden venir desde arriba, desde la cúpula del poder, sino desde abajo, desde el pueblo. Necesitamos construir algo nuevo, distinto, diferente. Necesitamos un México con una cabeza nueva y un corazón que palpite. En el mundo náhuatl el llegar a ser “persona” es el poder adquirir un rostro (ixtli) y un corazón (yóllotl).
La reciente película de Luis Estrada, “La dictadura perfecta”, describe muy bien la realidad nacional actual. Un país dominado por TELEVISA y en los últimos años también por TV AZTECA. A mí como mexicano me ha dado vergüenza vivir en el país descrito en esa película. Yo me pregunto: qué pensarán los extranjeros cuando vean esa película. Tal vez se dirán. ¿Que a los mexicanos les corre atole por las venas en vez de sangre? ¿La caja idiotizadora de la televisión mexicana tiene tan atontada a la población que ya no son capaces de indignarse por lo que están viviendo?
Las manifestaciones en varias partes del país en apoyo a los normalistas desaparecidos, y las reivindicaciones de estudiantes del I.P.N., son señales de esperanza. Necesitamos cortar la cabeza (como lo hicieran los franceses a su rey durante su revolución) a nuestra clase política mexicana, para comenzar algo nuevo, algo distinto. ¿Hacía qué dirección política? Con sinceridad no lo sé. Pero si todos contribuimos despertando las conciencias de nuestros paisanos, creo que podremos construir algo nuevo, un país con un rostro y un corazón.