Por Mónica Muñoz |

El país entero y gran parte del mundo se han conmovido con los acontecimientos ocurridos en el estado de Guerrero.  La desaparición de cuarenta y tres estudiantes de la normal rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, es aún un misterio para muchos, y secreto a voces para otros, según manifiestan algunos que han intervenido en este escandaloso caso.

Muchos rumores corren, lo único real es el sufrimiento de las familias y la incertidumbre que invade el ambiente, que se ha convertido en amenazas, ante la impotencia por no obtener respuestas.

Ahora sólo queda esperar que las autoridades den su veredicto, sin embargo, han tardado mucho, las familias y los distintos grupos involucrados exigen respuestas, pues para ellos la renuncia de gobernador Ángel Aguirre y el reciente encuentro con el Presidente Peña Nieto no resuelve nada, por eso, las reacciones de algunos jóvenes solidarios han sobrepasado los límites.  Las noticias comentan sobre las movilizaciones, cierres de carreteras y toma de casetas, y entre la confusión, han sido saqueados grandes comercios en Chilpancingo.  Se ha alertado a los pobladores y a comerciantes para tomar medidas ante “fenómenos de origen socio- organizativos”, como evitar salir durante las manifestaciones o acercarse al lugar donde se estén realizando, cerrar llaves de gas y agua, estar pendientes de las noticias por si se tiene que evacuar el lugar y de no poder hacerlo, mantener la calma y no acercarse a las ventanas, además de tener un plan de comunicación con familiares y amigos.

El ambiente en más que tenso y se percibe temor entre la población.

Por supuesto, quienes somos espectadores, no podemos quedarnos con los brazos cruzados, permanecer indiferentes ante el sufrimiento humano nos convertiría en seres desalmados, incapaces de compartir el dolor de nuestros semejantes.

Ante estos lamentables hechos, las reacciones de apoyo han surgido por doquier: miles de personas de todas las edades se han manifestado de manera pacífica, con mantas y mensajes de aliento plasmados en muros, con flores y velas que enmarcan las fotografías de los muchachos desaparecidos, videos grabados que circulan por las redes sociales anunciando a los dolientes que no están solos, oraciones de todas las confesiones religiosas rogando por la aparición de los jóvenes tampoco se han hecho esperar.

No obstante, es necesario analizar a fondo los acontecimientos.  Muchas preguntas vienen a la mente de los que observamos a la distancia.  Muchos detalles se han pasado por alto.  Los hechos que se nos han dado a conocer mencionan que alrededor de 80 estudiantes, muchos de ellos de primer ingreso, salieron de Ayotzinapa con destino a Iguala, con el objeto de conseguir fondos “boteando” para acudir a la Ciudad de México a la marcha del 2 de octubre.  Para trasladarse, “tomaron prestados” dos autobuses de la línea Estrella de Oro.  Los jóvenes a veces cometen delitos graves sin plena conciencia de ello, quiero suponer.

Sin embargo, se les ha tratado como delincuentes peligrosos.  El gobierno, encargado de resguardar el estado de derecho, la justicia y el cumplimiento de las leyes es quien los ha agredido, según se ha sabido de labios de algunos sobrevivientes.  La historia de los estudiantes de la normal rural está llena de dolor e injusticia, su condición indígena los ha marcado.

Además, también está ocurriendo que otros grupos, haciéndose pasar por normalistas, roban y dañan los bienes ajenos, sin que nadie haga nada por evitarlo.

Por eso, creo que es urgente que la sociedad esté bien informada, que olvidemos nuestras diferencias y nos comportemos como ciudadanos civilizados, es decir, que sacudamos nuestras conciencias y dejemos de ser indiferentes, creemos que Guerrero es un estado alejado de nuestra realidad y que lo que pasa con ellos no nos alcanza, ¡por supuesto que nos afecta!,  el famoso tejido social, que es como la piel del cuerpo de nuestro México, está invadido de un cáncer terrible que carcome todo y deja dolor y pestilencia a su paso, y sin querer darnos cuenta, va avanzado poco a poco, y un día, no muy lejano, llegará hasta nosotros con la misma agresividad, porque ya se sienten los síntomas.  ¿Estamos preparados para combatirlo?

Despertemos y actuemos.

 

 

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