El Papa Francisco digo este domingo, antes del rezo mariano del Ángelus en la Plaza de San Pedro, que a los «muchos» que «quieren ver a Jesús», que «están en la búsqueda del rostro de Dios, a quien ha recibido una catequesis cuando era pequeño y luego no la profundizó más», «les podemos ofrecer 3 cosas: el Evangelio, el crucifijo y el testimonio de nuestra fe, pobre pero sincera. El Evangelio: allí podemos encontrar a Jesús, escuchando, conociéndolo. El crucifijo signo del amor de Jesús que se dio a sí mismo por nosotros. Y luego una fe que se traduce en gestos simples de caridad fraterna».

Al finalizar la oración el Santo Padre hizo distribuir  ejemplares del Evangelio entre los presentes. «Según la antigua tradición de la Iglesia, durante la Cuaresma se entrega el Evangelio a quienes se preparan para el bautismo; así yo hoy les ofrezco a ustedes que están en la plaza un Evangelio de bolsillo. Les será distribuido gratuitamente por algunas personas «sin-techo» que viven en Roma. También en esto vemos un gesto que a Jesús le gusta: los más necesitados nos regalan la Palabra de Dios. Tómenlo y llévenlo con ustedes, para leerlo a menudo, un poquito por día. ¡La palabra de Dios es luz para nuestro camino!».

Comentando el evangelio que se lee en la liturgia dominical, el  Papa reflexionó:

«»Queremos ver a Jesús»: estas palabras, al igual que muchas otras en los Evangelios, van más allá del episodio particular y expresan algo universal; revelan un deseo que atraviesa épocas y culturas, un deseo presente en los corazones de muchas personas que han oído hablar de Cristo, pero no lo han encontrado aún. «Yo deseo ver a Jesús», así siente el corazón de esta gente. Respondiendo indirectamente, en modo profético, a aquel pedido de poderlo ver, Jesús pronuncia una profecía que revela su identidad e indica el camino para conocerlo verdaderamente: «Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado». (Jn 12,23). ¡Es la hora de la Cruz! Es la hora de la derrota de Satanás, príncipe del mal, y del triunfo definitivo del amor misericordioso de Dios. Cristo declara que será «levantado en alto sobre la tierra» (v. 32), una expresión con doble significado: «levantado» porque crucificado, y «levantado» porque exaltado por el Padre en la Resurrección, para atraer a todos a sí mismo y reconciliar a los hombres con Dios y entre sí. La hora de la Cruz, la más oscura de la historia, es también la fuente de salvación para todos los que creen en Él».

«Continuando en la profecía sobre su Pascua ya inminente, Jesús usa una imagen sencilla y sugestiva, aquella del «grano de trigo» que caído en la tierra, muere para dar fruto (cfr. v. 24). En esta imagen encontramos otro aspecto de la Cruz de Cristo: el de la fecundidad. La cruz di Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de Dios. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden convertirse en «granos de trigo» y dar mucho fruto, si al igual que Jesús, «pierden propia la vida» por amor a Dios y a los hermanos.

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