«Dios siempre perdona, siempre. Pero pide que yo también perdone. Si yo no perdono, en un cierto sentido cierro la puerta al perdón de Dios». Lo dijo el Papa Francisco durante la misa celebrada esta mañana en la capilla de Casa Santa Marta, refiriéndose al Evangelio del día, en el cual Jesús explica a Pedro que es necesario perdonar «setenta veces siete», lo que equivale a «siempre», para reafirmar que el perdón de Dios a nosotros y nuestro perdón a los otros están estrechamente conectados, según la enseñanza del «Padre Nuestro».
Todo parte, explicó Francisco, de cómo nosotros antes nos presentamos a Dios para pedir ser perdonados. El ejemplo viene de la Lectura del día, que muestra al profeta Azarías invocar la clemencia por el pecado de su pueblo, que está sufriendo pero que también es culpable de haber abandonado la ley del Señor». Azaría no protesta, «no se lamenta delante de Dios» por los sufrimientos, sino más bien reconoce los errores del pueblo y «se arrepiente». «Pedir perdón es otra cosa, ¿es algo diverso del pedir disculpas por una equivocación? Sí, no es lo mismo decir me he equivocado a decir….¡He pecado! No hay nada que hacer, una cosa no tiene nada que ver con la otra. El pecado no es una simple equivocación. El pecado es idolatría, es adorar al ídolo, al ídolo del orgullo, de la vanidad, del dinero, de «mí mismo», del bienestar… Muchos ídolos, que nosotros tenemos. Y es por esto que Azarías no pide disculpas: pide perdón».
La dinámica del perdón es aquella que nos enseña Jesús mismo en el «Padre Nuestro», «Jesús nos enseña a rezar así al Padre: «Perdona a nosotros como también nosotros perdonamos a nuestros deudores». Si yo no soy capaz de perdonar, no soy capaz de pedir perdón. Pero, Padre yo me confieso, voy a confesarme…» «Y, ´qué haces antes de confesarte? «Bueno, yo pienso en las cosas que he hecho mal…»»está bien». «Después le pido perdón al Señor y prometo no volverlo a hacer más»…»Bien». Y luego, ¿vas a lo del sacerdote? Antes te falta algo: ¿Has perdonado a aquellos que te hicieron mal?».
En una palabra, afirmó el Papa, «el perdón que Dios te dará» requiere «el perdón que tú das a los otros». «Este es el discurso que Jesús nos enseña sobre el perdón. Primero: pedir perdón no es una simple excusa, es ser consciente del pecado, de la idolatría que yo he hecho, de las tantas idolatrías. Segundo: Dios siempre perdona, siempre. Pero me pide que yo también perdone. Si yo no perdono, en un cierto sentido cierro la puerta al perdón de Dios. «Perdona nuestros pecados, como nosotros perdonamos a nuestro deudores».