Por Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |
VER
En la actual campaña política, los partidos se están dando “hasta con la cubeta”. En sus anuncios publicitarios, que ya nos están fastidiando, sólo se dedican a atacarse unos a otros, como si el propio partido fuera impoluto, en vez de hacer propuestas a la ciudadanía. Con esto, no se dan cuenta de que están provocando que la gente desconfíe más de ellos mismos y de todo el sistema de partidos.
¡Cuánto daño nos hace desconfiar de todo y de todos! Obviamente no podemos ser ingenuos y pensar que todo está bien, que no hay problemas, que en la Iglesia todos somos santos, que los del gobierno son muy honestos y fieles cumplidores de sus responsabilidades, que las votaciones son ejemplares en transparencia, que la economía nacional va en auge, que los líderes políticos son impecables… No. No es así, lamentablemente. Pero tampoco nos podemos ir al otro extremo: afirmar que todo es corrupción y mentira, que lo único que prevalece son intereses de personas y de grupos, que todos los ministros de la Iglesia son pederastas, que la Iglesia es sólo una institución de poder, o un sistema de enriquecimiento y de manipulación de los sencillos.
Hay personas que son incapaces de valorar lo bueno que se hace en el ambiente político, económico, cultural y eclesial. Tienen una actitud sistemática, arraigada en su mente y en su corazón, que les impide ver lo positivo que existe, los avances que tenemos, los cambios positivos que se han logrado. Aparecen como muy críticos, inconformes con el sistema, decididos a enfrentarse con cualquier persona que ejerza un poder, y son muy aplaudidos por quienes tienen la misma postura. En algunos casos, habría que analizar cómo fue la relación con su figura paterna, porque su rechazo a la misma, inconsciente e involuntaria, les genera actitudes de oposición a cualquier autoridad, civil o eclesial. Son mecanismos muy estudiados por la psicología, y se necesita mucha humildad y sabiduría para manejarlos y asumir actitudes más equilibradas. Ni todo es blanco, ni todo es negro.
PENSAR
Nuestro país está sufriendo una grave crisis de confianza en nosotros mismos, en nuestras autoridades e instituciones. Por ello, los obispos mexicanos, al término de la reciente asamblea plenaria, emitimos un documento que, ya en su título, nos indica lo que intentamos decir a nuestro pueblo: ¡Sin confianza y participación no se avanza!
Decimos: “Los obispos de México somos conscientes del creciente reclamo de los ciudadanos que, cada vez con mayor insistencia, piden ser escuchados y atendidos, sobre todo por quienes se han comprometido a servir al pueblo. No hay razón para oídos sordos. Un pueblo sin confianza alimenta la indiferencia, el desaliento o la agresividad. El mal no tiene la última palabra. ¡Nos urge la honestidad!
No nos acostumbremos a lo que destruye la dignidad del ser humano y el valor de la vida: la injusticia, la corrupción, la violencia, la impunidad… Todo esto provoca la desconfianza y desalienta la participación.
¡Los obispos queremos ayudar a restaurar la confianza de nuestro pueblo! Esa es nuestra misión. La confianza se gana hablando con la verdad, cumpliendo los compromisos, construyendo la justicia y respetando la vida; a ejemplo de Cristo, en quien todos confiaron viéndolo hacer el bien. Los mexicanos podemos reconocer el bien y vivirlo”.
ACTUAR
¿Cómo generar confianza? Empecemos en casa. Tu esposa, tu esposo, tus hijos, tus padres, tus familiares, tus vecinos, ¿te tienen confianza, o desconfían de ti? Gánate su confianza diciendo siempre la verdad, cumpliendo tus obligaciones, llegando a tiempo, siendo fiel y comprensivo, respetando los derechos de los otros.
¿Tienes un cargo de autoridad, eres líder social o político? No prometas lo que no puedes cumplir, atiende a las necesidades de quienes dependen de ti, escucha y da razones de por qué algunas cosas no se pueden hacer, no robes ni corrompas a tu alrededor, ama la verdad, la justicia, la humildad y lleva una vida austera. No provoques desconfianzas.
Los servidores de la Iglesia, tengamos un corazón abierto a quienes necesiten nuestra cercanía.