El terremoto de intensidad 7,8 grados en la escala Richter que asoló Nepal el pasado sábado ha dejado más de 3.700 muertos y 6.500 heridos en el país asiático. En las últimas horas se han producido varias réplicas y la cifra de víctimas sigue aumentando. Las obras de las cuatro presencias salesianas sólo han sufrido pequeños daños materiales y por ello los misioneros se vuelcan ahora en ayudar a la población que lo ha perdido todo.

«Hubo un fuerte terremoto en torno a las 11.45 horas. Katmandú es la más afectada y se empieza a ver la destrucción y el elevado número de muertos que ha podido producir», decía el padre Jijo desde Katmandú en un primer comunicado de emergencia, una hora después del terremoto. Poco después, las comunicaciones con el país asiático fueron imposibles.

A medida que pasaban las horas el número de víctimas fue aumentando y no sólo en el país, sino también en India, China y en entre los escaladores del Everest. «Nuestras obras en Techo y Lubu sólo han sufrido daños materiales. Las paredes tienen grietas, se han roto los cristales de las ventanas y los muros exteriores se han derrumbado, pero gracias a Dios parece que no tenemos que lamentar el fallecimiento de ninguno de nuestros niños y jóvenes», escribieron horas después los Salesianos desde Nepal.

«Siguen sintiéndose réplicas y la gente tiene mucho miedo. Todo el mundo duerme al raso, los niños y niñas también, por el temor a que se repita”, explica el misionero salesiano Jacob Punneli, que trabaja en el valle de Katmandú.

Los misioneros salesianos que trabajan en Katmandú y en Sirsia ya han comenzado aprestar las primeras ayudas a las familias más necesitadas. “Se necesitan alimentos, mantas, medicinas, tiendas de campaña, ropa de abrigo… Mucha gente lo ha perdido todo y la lluvia complica más aún la búsqueda de supervivientes y la ayuda a los damnificados”, añaden los salesianos, que han abierto sus instalaciones para poder atender a la población.

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