Por Ismael BÁRCENAS OROZCO |
El mundo y la vida dan muchas vueltas. Hace 35 años quién se hubiera imaginado que aquel obispo centroamericano, tildado de rojo y comunista, sería ensalzado por el Presidente de Estados Unidos. Este fin de semana, Barack Obama expresó su regocijo por la beatificación de Monseñor Romero, ya que “fue un sacerdote inteligente y un hombre valiente que perseveró a pesar de tener que enfrentarse a la oposición proveniente de los dos extremos del espectro político» y destacó su figura inspiradora para la gente de El Salvador y de todo el continente americano.
La verdad al final se impone. Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, arzobispo de El Salvador, fue asesinado el 24 de marzo de 1980. Una bala le atravesó el corazón cuando celebraba misa en la capilla del hospital de la Divina Providencia, en San Salvador. Eran tiempos en que el mundo se dividía en dos bloques, el capitalista y el socialista. En un país convulsionado por las desigualdades, la guerra civil y la represión militar, la voz de Romero incomodaba y levantaba sospechas. Su compromiso y entrega a los pobres desquiciaba a los ultraconservadores poderes políticos (y a algunos sectores eclesiales). Sin embargo, monseñor Romero no se amedrentó y tuvo la sensibilidad de conmoverse, desde lo más auténtico de su fe cristiana, frente a los sufrimientos de los oprimidos, como bien señala el dominico mexicano Miguel Concha.
Este sábado, en la Capital de El Salvador, ante una plaza con más de 300 mil asistentes en la misa de beatificación, el Papa Francisco envió estas palabras: “En tiempos de difícil convivencia, monseñor Romero supo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con toda la Iglesia. Su ministerio se distinguió por una particular atención a los más pobres y marginados. Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el santo sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con ‘aquel que dio la vida por sus ovejas’”. Y monseñor Vincenzo Paglia, postulador de la causa de canonización, señaló que «Romero sigue hablando y pidiendo nuestra conversión. Hoy continúa la misa que interrumpieron el día de su muerte».
La vigencia y relevancia de monseñor Romero no queda únicamente en su entrega y martirio, destaca también su fina mirada profética para detectar, leer y atender lo que la realidad le demandaba. Supo nadar, incluso contracorriente, para estar al lado de su gente. Quizá una situación similar, guardadas las distancias y proporciones, es la que hoy enfrenta el arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin.
Este fin de semana, en la católica Irlanda, se celebró un referéndum que ha hecho historia. Por una mayoría de 62% se legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo. Hay que destacar la amplia participación de la población, más del 65%. Un detalle, los analistas sostienen que el voto joven contribuyó a esta clara victoria. Muchos viajaron y llegaron por aire, mar y tierra para depositar su papeleta y más de 60.000 irlandeses se inscribieron por primera vez en el registro electoral.
Monseñor Diarmuid Martin dice que el ‘sí’ en el referéndum es una ‘revolución social’ y pide, para los obispos, un «nuevo lenguaje» para propagar más eficazmente el mensaje de la Iglesia, especialmente entre los más jóvenes. Recordemos que Irlanda es un país en donde el 84,2% de su gente se considera católica y que en los últimos años varios escándalos de pedofilia golpearon la imagen eclesial.
El arzobispo de Dublin reflexiona y expresa que ha llegado el momento de iniciar un proceso de profundo debate y dice: «Creo que la Iglesia tiene que poner los pies en la tierra y no negar estas realidades». Invita a que nos cuestionemos si «¿estamos ya irremediablemente alejados de los jóvenes? o ¿estamos convirtiéndonos en una Iglesia para acólitos?”.
Es interesante cómo nuestros obispos, de ayer y hoy, y todos los católicos somos desafiados por la realidad y por los problemas que padecen nuestros contemporáneos. Se requiere inteligencia y valentía para no desviar la mirada y ver lo realmente importante. En lo personal, respecto a los diferentes retos que emergen, no deja de rondarme esta pregunta: ¿qué diría y haría Jesús ante tal asunto?
Artículo publicado en entreparentesis.org, con permiso del autor