Por Felipe ARIZMENDI ESQUIVEL, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |
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Se han cumplido 25 años de que San Juan Pablo II llegó a Tuxtla Gutiérrez, en una visita dedicada especialmente a los indígenas de Oaxaca y Chiapas. Celebramos este aniversario con una Misa en el mismo lugar donde estuvo, con la presencia del Nuncio Apostólico en México, los obispos y representantes de las tres diócesis chiapanecas. Allí mismo, se construirá un santuario dedicado a este gran hombre y gran santo.
Sin embargo, considero que no hemos hecho mucho caso de sus palabras. Por ejemplo, les dijo: “El Papa y la Iglesia están con vosotros y os aman: aman vuestras personas, vuestra cultura, vuestras tradiciones”. Pero hay muchos que no aman a los indígenas, menosprecian sus culturas y condenan sus tradiciones; quisieran que ya no hubiera indígenas, porque los consideran un signo de atraso, como residuos de un pasado que no cabe en el país moderno que algunos consideran que somos. Desconocen su sabiduría y califican de superstición o brujería sus ritos y sus estilos propios de orar y de celebrar. Hay personas y países a los que les cuesta reconocer que ellos existen, que valen como personas y pueden aportar algo a la sociedad. No desconocemos que también en ellos están las marcas del pecado, pero en eso todos nos parecemos, y habría que analizar en qué sociedades y culturas hay más vicios, desórdenes, crímenes y corrupción.
PENSAR
Recordemos lo que el Papa les dijo: “Ante tanta injusticia, ante tanto dolor, ante tantos problemas, un hombre puede llegar a sentirse olvidado por Dios. Vosotros mismos, hermanos míos, habréis podido experimentar tal vez parecidos sentimientos: la dureza de la vida, la escasez de medios, la falta de oportunidades para mejorar vuestra formación y la de vuestros hijos, el acoso continuo a vuestras culturas tradicionales y tantos otros motivos que podrían invitar al desaliento. Más aún podrían sentirse olvidados quienes han tenido que dejar sus casas, sus lugares de origen, en una afanosa búsqueda del mínimo imprescindible para seguir viviendo. Puede haber momentos duros en vuestra vida: incluso épocas más o menos prolongadas en las que os consideráis olvidados por Dios. Pero si alguna vez surge dentro de vosotros la tentación del desaliento, recordad esas palabras de la Escritura: ‘Aunque una madre se olvidara del hijo de sus entrañas, Dios no se olvida de nosotros’. Dios nos tiene siempre presentes, Dios nos mira con especial cariño porque somos sus hijos queridísimos. Dios quiere la felicidad de sus hijos, también aquí en este mundo”.
ACTUAR
¿Qué hacer? La palabra del Papa es muy integral: atender lo espiritual y lo material:
“Sabéis que para alcanzar la vida eterna es preciso cumplir los mandamientos, es preciso vivir de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, que nos son transmitidas continuamente por su Iglesia. Por eso, os animo a comportaros siempre como buenos cristianos, a cumplir los mandamientos, a asistir a misa los domingos, a cuidar vuestra formación cristiana acudiendo a las catequesis que vuestros pastores imparten, a confesaros con frecuencia, a trabajar, a ser buenos padres y esposos fieles, a ser buenos hijos. No caigáis en la seducción de los vicios, como el abuso del alcohol, que tantos estragos causa: ni prestéis vuestra colaboración al narcotráfico, causa de la destrucción de tantas personas en el mundo.
Y, acompañando ese esfuerzo por vivir cristianamente, habrá también un empeño por mejorar vuestra situación humana en sus más variados aspectos: cultural, económico, social y político. Cada uno debe ser protagonista; deben serlo en primer lugar, aquellos a quienes incumbe una mayor responsabilidad social o posibilidades económicas. Han de ser igualmente protagonistas los menos favorecidos, sin esperar todo de las estructuras sociales, asistenciales, o políticas, o de la ayuda de otras personas con más posibilidades”.
Y terminó hablando en zoque: “El Papa os quiere a todos llenos de fe, difundiendo el Evangelio, haciendo a un lado la violencia, respetando la vida de la naturaleza, pero conscientes de su dignidad de trabajadores en el campo de su Reino”.