Por Antonio MAZA PEREDA |

Estoy escribiendo antes de que se sepa el resultado de las elecciones. No es el modo mejor de escribir; yo estoy especulando y usted que me lee ya tiene las respuestas. Pero, finalmente, lo importante de este artículo, creo yo, es el análisis de lo que le ocurrió a la democracia en esta campaña, así como tratar de obtener lecciones para mejorar nuestra manera de elegir a quienes reciben, y deben cumplir, nuestro mandato ciudadano.

Es claro, en primer lugar, que no sabemos mandar. Todavía no entendemos que los políticos son mandatarios y que los mandatarios son los que deben hacer cumplir nuestro mandato. Todavía muchos estamos en la tesitura de esperar que el Gobierno nos haga mercedes, obsequios graciosos que nosotros debemos recibir agradecidos. Esperamos que ellos nos hagan sus propuestas, cuando ellos deberían estar recibiendo nuestro mandato, demostrarnos que lo han entendido y que están capacitados para cumplir nuestras órdenes, Parece un juego de conceptos, pero se trata de algo fundamental. Mientras eso no esté claro, seguiremos a merced de una casta, la de los políticos, que nos usan para sus intereses.

Habiendo dicho esto, sin embargo, tengo muy claro que hemos mejorado mucho. No hace tanto, no había que convencernos de que nos abstuviéramos de votar. Esa era nuestra cultura. No teníamos conocimientos sobre la trayectoria de los candidatos y no nos importaba. Hoy nos molesta entrar a las páginas de internet y no encontrar la información sobre  los candidatos. No hace mucho, no sabíamos ni nos importaba cuales eran los conflictos de intereses de los políticos. Era, y en mucho todavía es, un concepto novedoso. Pero en las elecciones anteriores ni siquiera se mencionaban. Tampoco nos importaban sus declaraciones patrimoniales o las de sus impuestos. Los chismes jugosos, eran muy buscados. Pero antes era lo único que nos llamaba la atención.

Hace muy poco, no había entusiasmo por las elecciones, porque no nos importaban. Porque la política nos era algo muy ajeno. Ahora no hay entusiasmo porque estamos molestos, porque despreciamos el modo como han gobernado y han conducido esta campaña. Estamos molestos porque nos importa. Porque esperábamos más y no lo hemos recibido. Porque nos hemos interesado en la política y  nos ha dado nauseas. Pero antes, ni siquiera nos enteramos y vivíamos felices en nuestra ignorancia.

Yo no creo que los políticos hayan empeorado. Creo que siguen igual, con sus naturales variaciones. La diferencia es que no nos enterábamos o, en todo caso, no pensábamos en ello. O, ¿de veras cree usted que los políticos de los sesentas y setentas eran mucho mejores que los actuales? Por mera curiosidad lea usted las novelas “la Rosa Blanca” y “la Rebelión de los colgados” y se dará cuenta de que las cosas no eran mejores. Y la obra de su autor sufrió la censura y algunas no se llevaron al cine hasta después de su muerte; él conservó su anonimato, por temor a las represalias y se cuestionaba quién era en realidad.

¿Qué hace la diferencia? Creo yo que ahora nos importa la democracia. Por lo menos en alguna medida, por lo menos a una capa importante de la población que ha recibido algunos estudios. Nos duele y nos molesta porque nos importa. Y mientras más nos interese la democracia, más nos dolerán sus fallas y las maneras como se le burla. Eso, amigas y amigos, es el fruto bueno de esta campaña. Nuestro enojo, nuestro desánimo, es porque entendemos mejor lo que se juega en la democracia o en la falta de ella. Si no quisiéramos democracia, nos daría lo mismo.

Algo muy bueno está pasando cuando muchos fuimos a votar  a pesar de nuestro desánimo. Quiere decir algo, o mucho. Quiere decir que ya no lo hacemos por que estemos animados, sino por  convicción de que eso es lo que hay que hacer. La convicción de que hay que defender la democracia y que eso se hace votando. Intuir que la democracia no se perfecciona dejando de hacerla funcionar. Y aunque solo sea una intuición, eso es estupendo.

¿Tenemos que aprender mucho? ¡Claro! ¿Qué nuestra democracia está muy lejos de ser perfecta? ¡Por supuesto! Ni aún las democracias más consolidadas son perfectas.  Decir que no votamos porque nuestra democracia es defectuosa, es asegurar que nunca se perfeccione. Hay que usarla y practicarla, para que cada día sea mejor.

Por otro lado, es importante que aprendamos a mandar. Sí, nosotros los ciudadanos tenemos que aprender a expresar nuestro mandato con toda claridad, difundirlo por todos los medios posibles (que afortunadamente son muchos). Tenemos que aprender a reflexionar en términos de gobierno y política. Hay quien quiere mantenernos en la ignorancia para manejarnos mejor. Hay quienes buscan que no razonemos y que decidamos con las emociones, porque es muy fácil manipular nuestras emociones pero es difícil manipular a la razón. De manera que tenemos que aprender a razonar. Necesitamos ser una ciudadanía que sabe y que razona. Solo entonces podremos hacer que la casta política sirva al país y no a sus intereses  personales y de grupo.

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