Por Antonio MAZA PEREDA |
En una democracia, cada vez que tenemos elecciones, es un momento adecuado para revisar cuál es el Mandato de la ciudadanía para los mandatarios de nuestro Estado. Precisamente, para eso son las elecciones. Para dar a los funcionarios del Gobierno, en sus tres poderes y a todos los niveles de gobierno, una retroalimentación. Las elecciones son un acto de autoridad. La ciudadanía selecciona a los mandatarios del país. Pero no sólo eso; la ciudadanía manda mensajes a todo el sistema político. Estos mensajes forman parte del Mandato que la ciudadanía da a sus mandatarios: desde la presidencia de la República hasta el último los funcionarios públicos.
Este Mandato, sin embargo, no es tan claro como el voto. El voto no se interpreta: se cuenta. Si no ha habido vicios en la votación, gana el que tenga la mayoría aunque sea por un solo voto. Estrictamente, el voto no está sujeto interpretación; está sujeto al escrutinio para ver si hubo alguna falla en el proceso que pudiera distorsionar la voluntad ciudadana. El Mandato, considerado como el mensaje que las elecciones envían a los mandatarios, por desgracia sí está sujeto a muchas interpretaciones, no todas ellas válidas.
En estas últimas elecciones, por ejemplo, la administración Peña Nieto ha dicho que recibe un Mandato para continuar por el camino de las reformas estructurales. No es la misma interpretación la que hace MORENA. Ese movimiento interpreta el mensaje como que una parte creciente de la población rechaza estas reformas. Y si nos ponemos a leer lo que interpretan los analistas políticos y los medios, nos encontramos con que hay interpretaciones de lo más diverso e incluso contradictorias entre sí.
Esto, obviamente, es uno de los posibles defectos de la democracia. Quitando el voto, los actos de la ciudadanía siempre son sujetos a interpretación, y no siempre la mejor manera. Una vez más, lo que hemos visto es que los partidos interpretan la voluntad ciudadana llevando agua a su molino. En las interpretaciones que este año se han hecho del Mandato ciudadano, por parte de las fuerzas políticas, no hay ni la menor sombra de autocrítica. Todos celebran el ejercicio democrático, indudablemente extraordinario, y todos se sienten validados por el mismo. No creo que la ciudadanía lo vea de la misma manera.
Tratando de no interpretar, sino solamente mencionando hechos, hay algunos elementos importantes en este mensaje de la ciudadanía en las elecciones de 2015. El éxito de algunos candidatos independientes, por ejemplo. No hubo muchos, pero varios fueron indudablemente exitosos. ¿Cuál es el mensaje que este hecho les da a los partidos políticos? Otro ejemplo: si sumamos los partidos que formalmente se consideran izquierda, PRD, PT y MORENA, no aumentaron su votación: solamente la redistribuyeron. El PAN disminuyó su votación, aunque haya sido marginalmente. El PRI logra mantener su posición sólo por el apoyo del Partido Verde y del PANAL, los cuales contribuyen de manera importante a que mantenga su situación en la Cámara de Diputados. ¿Cuál el mensaje?
Hay, por supuesto, otros Mandatos más o menos precisos. En los gobiernos estatales donde hubo acusaciones importantes de corrupción, los partidos en el poder no ocuparán esa gubernatura en el próximo período. Claramente, la ciudadanía está dando desde hace mucho tiempo un fuerte Mandato para hacer algo, muy importante, para reducir o eliminar la corrupción. Mismo Mandato que no ha sido atendido en los hechos; se ha usado la exhibición de casos de corrupción para denigrar o desprestigiar a los enemigos políticos pero de una manera circunstancial, no como un esfuerzo coordinado y poderoso para reducir este flagelo.
El reclamo de transparencia, es otro Mandato de la ciudadanía. Y los partidos políticos y los gobernantes no han hecho caso de este Mandato; sigue habiendo grandes obstáculos y dificultades para acceder a la información del ejercicio del poder. Incluso, cuando han podido, han logrado que sus congresos o asambleas legislativas generen leyes manteniendo ocultas las informaciones que permitirían conocer el buen uso de los recursos públicos.
Podría seguir; los ejemplos abundan. El fondo del asunto es que no hay un modo preciso de dar a conocer el Mandato de la ciudadanía. En parte, porque este mensaje nunca es homogéneo: precisamente por eso necesitamos una democracia, para dar voz a diferentes opciones y decidir, por mayoría, cuál es el Mandato que los mandatarios deben obedecer.
Hay un tema de cultura política. Estamos acostumbrados a que los políticos nos hagan propuestas y que nosotros elijamos entre ellas. No es mal sistema, pero bien puede ser que ninguna de las propuestas coinciden con nuestras necesidades, y ya lo hemos visto. Se proponen leyes y reglamentos que no tienen nada que ver con las prioridades ni con los deseos de la ciudadanía. Algunos tal vez no tan importantes, como el tema del precio único de los libros que ha hecho que la ciudadanía pague ahora precios mucho mayores que los que pagaba cuando cada quien ponía el precio que le parecía adecuado. O como el tema de los animales en los circos, que claramente no estaba en el mayor nivel de prioridad de los ciudadanos. Y no es que uno esté de acuerdo en que los maltraten, pero es mucho más urgente evitar que nos maltraten a los ciudadanos. La prisa que tuvieron para prohibir la presencia de animales en los circos, no se parece en nada con la prisa que se han dado para mejorar la seguridad pública y para entrenar, dignificar y hacer eficientes a nuestros policías.
Muy diferente sería que la Ciudadanía dijera a los políticos cuál es nuestro Mandato y ellos nos digan cuál es el modo como piensan cumplirlo, para que los ciudadanos puedan elegir entre sus opciones.
¿Qué hacer? Claramente el sistema actual no está diseñado para darle visibilidad a la verdadera opinión pública (no a la opinión publicada, los medios). Mucho nos han ayudado las redes sociales. Con muchos defectos, tal vez con análisis poco precisos, pero con un gran potencial de independencia. Claramente, un medio para que la ciudadanía hagamos conocer nuestro Mandato. Las encuestas podrían servir para hacer mediciones representativas sobre cuál es el mensaje, el Mandato de los ciudadanos para los políticos. Los cuerpos intermedios: asociaciones, grupos sociales, sindicatos laborales y patronales, gremios y cámaras, grupos culturales, políticos y religiosos, podrían tener como una de sus facultades la de generar un debate público, libre e independiente, sobre los grandes temas que contiene el Mandato ciudadano.
No me hago ilusiones. Los partidos políticos son los últimos que estarían dispuestos escuchar una posible crítica de la ciudadanía. Por supuesto, también hay la indolencia de muchos de los ciudadanos, que sienten que su papel se agota después de haber votado. Habrá muchos que se opongan: son los mismos que no quieren ver transparencia y rendición de cuentas. Habrá muchos que digan que la ciudadanía no está preparada: son los mismos que se organizan para obtener privilegios y canonjías.
Pero es importante, ciudadanos y ciudadanas, que no le dejemos el monopolio de la política a los políticos. Lo hemos hecho así a todo lo largo de nuestra vida independiente y ahí están los resultados.