Por Mónica MUÑOZ |

Sé que el tema de honrar a los padres podrá sonar repetitivo, sin embargo debo insistir en él porque cada día me entero de situaciones que parecerían para un capítulo de esas series exageradas que las televisoras se empeñan en transmitir, sin embargo, no se trata de ninguna hipérbole, pues la realidad nuevamente sobrepasa a la ficción.

No sé a quién culpar, además de que no es mi papel juzgar a nadie y menos condenar, pero es necesario hacer una reflexión profunda: ¿qué es lo que está ocurriendo con los hijos?, tal parece que en lugar de agradecer a sus padres por todo lo que han hecho para educarlos y darles lo necesario para defenderse en la vida, quisieran más bien vengarse de ellos. ¿Por qué lo digo? Supe hace poco dos casos inauditos: en uno, una madre de familia quedó viuda y fue a vivir unos días con una de sus hijas; la chica se portó amablemente con ella y la mantuvo un tiempo en su casa, el necesario para que la otra hija aprovechara para vender todas las propiedades que su padre había dejado a la esposa y despojarla de todo.

El segundo caso, la madre de familia se desvive por dar a sus tres hijos todo lo que quieren. A cada uno les prepara de comer lo que les gusta, compra de varios champús, dependiendo del tipo de cabello da cada quien, estira el gasto para que le alcance para cubrir todas las necesidades, pues también ha fallecido su esposo.  A primera vista, puede creerse que tiene que mantener tres pequeñas criaturas que no saben valerse por sí mismas, pero, ¡oh sorpresa!, su niños tienen casi treinta años y trabajan; el hombre por fin dejó de ser una carga porque ya se fue a vivir con una muchacha, pero las dos chicas, que le sacan a su madre todo lo que pueden, se comportan como si ella no existiera, las fechas que son para estar con la familia como Navidad y Año Nuevo, las pasan lejos de su casa, con sus amigos. Ni siquiera en el cumpleaños de ella la acompañan.

Vuelvo a preguntar, ¿qué está pasando con los hijos de todas las edades? Se les está olvidado algo esencial y es que algún día ellos, si Dios así lo quiere, tendrán sus propios hijos, lo que quiere decir que se están arriesgando a que les hagan lo mismo, es decir, que los traten con desprecio, porque es verdad aquello de que todo lo que hacemos en la vida se nos regresa, lo cual es simple justicia divina.  La palabra de Dios es muy clara cuando se refiere al respeto debido a los padres y el premio que puede obtenerse si se cumple con este deber esencial.

El Papa Francisco, en una de sus homilías en la casa Santa Martha, dijo que “un pueblo que no respeta a los abuelos, no tiene futuro” (19 de noviembre de 2013).  Acoto aquí que el tema de la vejez es muy recurrente en las catequesis del Santo Padre.  Más recientemente, el 4 de marzo de este año comentó: “Cuando visitaba las residencias de ancianos, recuerdo que hablaba con cada uno y muchas veces escuché esto: «¿Cómo está usted? ¿Y sus hijos? −Bien, bien. −¿Cuántos hijos tiene? −Muchos. − ¿Y vienen a visitarla? −Sí, sí, siempre, sí, vienen. −¿Cuándo vinieron por última vez?». Recuerdo que una anciana me decía: «Ah, por Navidad». Y estábamos en agosto. Ocho meses sin recibir la visita de los hijos, ocho meses abandonada. Esto se llama pecado mortal”.

No podemos permitir que la sociedad en la que vivimos continúe descomponiéndose de manera tan escandalosa.  Es cierto que a muchos padres de familia les ha faltado firmeza a la hora de educar a sus hijos y en el afán de querer evitarles sufrimientos, se han pasado de la raya y los han malcriado.  Y también es una realidad que la educación moderna hace mucho daño a los niños y niñas que aún no tienen desarrollada su capacidad de discernimiento, por eso actúan de manera impulsiva y sin pensar en las consecuencias de sus actos, así que corresponde a sus padres estar al tanto de ellos.  Es éste un círculo virtuoso: los padres velan, educan, forman y corrigen a sus hijos; a su vez, éstos crecen con valores y reglas de comportamiento que inculcarán a sus propios hijos.  Pero resulta que en algún momento de la historia, otros factores interrumpieron este ciclo, provocando que la siguiente generación se desviara de la enseñanza recibida de sus mayores, o simplemente la pasaron por alto, entonces surgió una falla en el sistema, suscitando que los hijos de esa generación crecieran con importantes carencias en su educación.

Y las consecuencias saltan a la vista: niños y adolescentes se deshumanizan y matan a sus compañeros de juegos, acaban con la unión familiar, echan a perder sus vidas e ignoran que tendrán que rendir cuentas ante la justicia humana.

La labor de los padres de familia es fundamental e insustituible, por favor, no desatiendan a sus hijos, denles todo su amor, cuidados y paciencia y siembren en ellos la semilla del respeto a sus mayores comenzando por ustedes mismos.

¡Que tengan una excelente semana!

 

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