Es tiempo de pensar seriamente en lo que estamos haciendo, los delincuentes no nacen, se hacen en las familias

Por Mónica Muñoz

¿Qué tiene de malo? Es la típica frase que escuchamos los adultos cuando los jóvenes quieren justificar su conducta. No cabe duda de que la relajación moral y la relativización de los actos humanos han dañado profundamente la conciencia colectiva, como llama Emile Durkheim al conjunto de ideas, creencias y valores que comparten gran número de personas de una sociedad determinada. Entendemos, pues, que para vivir en sana convivencia, los seres humanos han adoptado leyes y reglamentos que les permita asociarse y vivir de acuerdo a sus necesidades físicas y afectivas, y que la repetición de costumbres, rituales, tradiciones, etc., les deja fortalecer estos lazos y transmitirlos a sus descendientes, además, se han apoyado en instituciones que les ayuda a convivir no solo sin problemas, sino lidiando con personas de distintas razas, costumbres y creencias, pero todas igualmente valiosas.

Modas que afectan el desarrollo

Sin embargo, en la actualidad nos estamos enfrentando a situaciones que rompen ese orden y traen caos a la sociedad, pues lo que se tenía por un acto bueno, ahora es relativo y lo mismo pasa con un acto malo. Pongo un ejemplo. Antes, era bueno y deseable que los jóvenes se casaran y tuvieran hijos, porque fortalecían a su país, ya que la riqueza de las naciones son sus personas. Ahora, no solo no quieren contraer matrimonio, sino que ya no les atrae la idea de tener hijos y hasta ha cundido la moda entre las jóvenes mujeres de esterilizarse voluntariamente para tener una vida sexual activa sin complicaciones y sin responsabilidades. Un acto moralmente malo, porque atenta contra el cuerpo de una mujer sana y apta para engendrar vida, se ha convertido en una opción “buena” para quien decide sin ningún tipo de reflexión, asesoría ni visión a futuro sobre una situación que más adelante puede causarle conflictos emocionales graves.

Es así, pues, que las nuevas generaciones están creciendo con muchas carencias en el plano educativo, social, moral, humano, familiar y religioso, por mencionar algunos de los espacios en los que se desarrolla la persona, y que, dicho sea de paso, le ayudan a pertenecer a los grupos donde se desenvolverá para alcanzar la plenitud en su vida. Tristemente, hay muchos factores que han hecho que los jóvenes de ahora hayan crecido casi en estado salvaje, provocando profundos problemas de adaptación a la sociedad, impidiéndoles ser plenos y felices.

Falta de límites

Lamentablemente, se debe, en gran medida a que nadie ha sabido guiarlos ni ponerles límites, ahora es más fácil dejarlos decidir como si tuvieran la misma experiencia que los adultos, quienes tienen la obligación de acompañarlos y presentarles los escenarios a los que pueden enfrentarse si eligen equivocadamente. Pero, al final de esta exposición de motivos, porque es sumamente importante que los padres y madres de familia platiquen con sus hijos, debe imponerse la autoridad que les viene de Dios. Un papá y una mamá que no ejercen su autoridad, están fallando como formadores de sus descendientes, por supuesto que esto no les gustará a los chicos, pero es parte del aprendizaje.

Porque es cierto que los padres no pueden vivir la vida de sus hijos, pero tampoco deben hacerse de la vista gorda cuando se percatan de que están tomando por un rumbo equivocado.

Los progenitores que no llaman la atención de sus hijos están faltando a su deber, tienen la obligación de ser sus protectores y ejemplo por seguir, por eso creo que muchos han fallado en su tarea, pues las familias cada vez están más lastimadas por la desunión y el poco esfuerzo que los esposos están dispuestos a hacer para salvar su matrimonio.

Es tiempo de pensar seriamente en lo que estamos haciendo, los delincuentes no nacen, se hacen en las familias, por eso, cada uno sea responsable de sus hijos y trabaje para que se conviertan en hombres y mujeres de bien y útiles a la sociedad en la que viven. De este modo, todos saldremos beneficiados.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 31 de julio de 2022 No. 1412

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