Por Mónica Muñoz

Por regla general, a casi todos nos gusta convivir con nuestra familia: padres con hijos casados, añadiendo a los yernos, a las nueras y por supuesto, a los amados nietos, que se convierten en la extensión de la familia de origen.  Con ellos, las fiestas se hacen más amenas, cada uno añade su toque personal y participan para que las relaciones se fortalezcan y ayuden a que cada miembro de la familia crezca y alcance éxito en sus proyectos.

Suena bonito, ¿verdad? Pero la triste realidad es que, en muchas familias, esto no deja de ser un buen deseo, pues los integrantes se ven como rivales, pelean, compiten y hasta mienten para ganar el favor de los padres, o, por lo contrario, se separan para no tener que ver la cara de la suegra, que, como en los cuentos de hadas, termina por ser la bruja de la historia.

Esta situación se da con frecuencia en nuestro país, en el que el sentido de familia aún es muy apreciado, sin embargo, el hecho de amar a los familiares no descarta los desencuentros. Continuamente hay pleitos, cuando debiera promoverse la armonía. Tenemos pues, mucho trabajo en cuestión de relaciones personales y manejo de emociones.

Familia muégano

La tanatóloga Gabriela Pérez, que en redes sociales está como Tanatóloga Gaby, menciona en un podcast dos tipos de familia: la “muégano” y la “lego”.  El primer término es bastante conocido y menciona que las familias se desgajan cuando falta un integrante. La novedad está en el segundo, pero comento a continuación los dos, con mis propios puntos de vista.

Por un lado, existen las familias en las que todos se involucran en los problemas de los demás: conozco una en la que todos se hacen presentes en el hospital cuando uno de ellos está enfermo. Nadie se queda con la intención de ir. Van desde la abuelita hasta el nieto recién nacido, pasando por hermanos, tíos, cuñados y sobrinos. Esa es la familia muégano.  Es bueno, hasta cierto punto, porque todos se preocupan, se solidarizan y conviven casi a diario, pero también tiene sus grandes desventajas porque se pierden  los límites y con gran frecuencia, terminan enredados en situaciones desagradables.

La unión familiar está bien, pero deben recordar que cada hijo e hija tiene su propia familia y sus problemas, y que no es correcto que todos opinen y quieran dar soluciones.  La intimidad familiar es muy delicada y no debe de andar de boca en boca.  Hay que tener cuidado con este tipo de relación para no faltarse al respeto y acabar con los lazos familiares saludables.

Familia lego

El siguiente tipo de familia es más saludable: ciertamente se preocupan unos por los otros, pero son conscientes de que cada quien es responsable de sus actos y sus decisiones, se respetan mutuamente y están para los demás cuando son requeridos.  Se alegran con los logros de los demás integrantes de la familia y opinan si se les pide que lo hagan, pero también cuando ven que un consejo haría mucho bien al otro, y lo  hacen con respeto y delicadeza, poniendo por encima de todo el amor que se tienen.

Si uno de los miembros de la familia falta, no se desmoronan los que quedan, sino que buscan honrar la memoria del que ha partido, procurando hacer algo que los convierta en una mejor versión de sí mismos.  Construyen relaciones fuertes que los mantiene unidos, a pesar de la distancia y la independencia que cada quien genera en sus propias vidas y proyectos.

Por supuesto, hay que trabajar duro y a diario para conseguir la madurez espiritual, emocional e intelectual necesarias para que las familias se mantengan unidas y sean felices, nada se da gratis y todo cuesta, por eso, lo que yo, personalmente añadiría, es la oración en familia.  La experiencia propia me autoriza a asegurar que mueve los corazones más empedernidos y ayuda a perdonar las heridas más profundas.

Que Dios nos ayude a construir familias fuertes, porque es la única manera de reconstruir la sociedad en la que vivimos actualmente.

Que tengan una excelente semana.

 


 

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