Por Jaime Septién.

Este mes de julio, El Observador ha querido responder a los múltiples pedidos de los devotos de la Virgen del Carmen, entregando a sus lectores y amigos un escapulario y un devocionario bajo la espiritualidad del Carmelo.

Si en junio dedicamos el devocionario al Sagrado Corazón de Jesús a consagrar a nuestra querida nación; este mes lo queremos dedicar a la vida de santidad a la que estamos in-vocados, con-vocados, pro-vocados por Cristo en el ejemplo perfecto de María.

La Orden contemplativa de los Carmelitas no es que tenga “su Virgen”. La devoción a Nuestra Señora del Carmen, como todas las devociones marianas del mundo, va dirigida a la Santísima Virgen María.

Es María, la Inmaculada Concepción, Madre de Jesús y Madre nuestra, entrevista por el profeta Elías (1 Reyes 18, 44) tras las brumas de la nube del Monte Carmelo, en Israel (sobre el mar Mediterráneo, a la altura de Galilea). Es la Santísima Virgen del Monte Carmelo, “modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios” (Benedicto XVI).

María, ayuda del cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la plegaria; es estrella del mar: faro que nos guía —marineros de este mundo— por las aguas difíciles de la existencia, hacia el puerto seguro que es su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.

La Orden carmelitana recuerda en su hábito, en su profesión de fe, en su devoción, que nuestra vida espiritual y renovada procede de la aceptación de la vida hecha por María. Y que ese es el acontecimiento esencial del mundo: por ella podemos subir a la cumbre de la salvación en la esperanza.

Un signo distintivo de la Orden es el escapulario, un “hábito en miniatura”; un sacramental que permite vivir la santidad a la que estamos llamados, donde quiera que nos persiga el don de la vida. Su devoción “ha hecho descender sobre el mundo una copiosa lluvia de gracias espirituales y temporales” (Pío XII).

Fue otorgado por María el 16 de julio de 1251 a san Simón Stock general de la Orden con la siguiente promesa: “Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno”. Sin embargo, el escapulario se ha ido extendiendo hasta formar parte del patrimonio católico, mediado por el mensaje de la Virgen al Papa Juan XXII en el siglo XIV, en el que prometió que usándolo con devoción nuestra alma sería “trasladada a la bienaventuranza”.

Finalmente, subrayar que el demonio odia al escapulario, pues “le arrebata” muchas almas al ser un signo poderoso del amor y protección maternal de María y de su llamado a una vida santa.

Pido a usted que tenga en sus oraciones, a lo largo de este mes, a la Familia, especialmente a la familia por la cual se hace posible este devocionario de espiritualidad carmelitana. Se acerca el Sínodo Ordinario de la Familia en el que la Iglesia católica definirá la enseñanza que la Sagrada Familia de Nazaret nos dejó como herencia y responsabilidad. Es en su seno donde aprendemos que el sí de María es, de verdad, el hecho que funda nuestra vida. Porque es el sí del amor.

Hemos usado esta meditación mensual como tributo a la III Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), celebrada en Puebla de los Ángeles en enero de 1979.

El impulso del pensamiento y la teología latinoamericana encontró feliz recepción en el mensaje del reciente electo Papa San Juan Pablo II. Ni aparecida, ni Francisco podrían explicarse hoy sin Puebla.

Devocionario de Nuestra Señora del Carmen / Julio

Puede descargar o imprimir el archivo del devocionario desde un archivo PDF en:
www.elobservadorenlinea.com/descarga/DevocionariodeNuestraSenoradeCarmen-Julio2015.pdf

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