Este segundo domingo de agosto, XIX del Tiempo Ordinario, el Obispo de Roma reflexionó sobre la “dinámica de la fe”, ante miles de peregrinos que, a pesar del calor intenso, acudieron a la Plaza de San Pedro, para escucharlo y recibir su bendición.
Comentando el capítulo sexto del Evangelio de Juan, el Pontífice explicó que Jesús después de haber realizado el milagro de la multiplicación de los panes, explica a la gente el significado de este signo. “Jesús parte de la experiencia del hambre y del signo del pan, para revelar a la gente a Sí mismo e invitarlos a creer en Él”.
“La multitud lo buscaba y lo escuchaba, dijo el Papa, porque se habían quedado entusiasmados por el milagro; pero cuando Jesús afirma que el verdadero pan, donado por Dios, es Él mismo, muchos se escandalizan, y comienzan a murmurar entre ellos”. Este pasaje evangélico nos sorprende y nos hace reflexionar, afirmó el Santo Padre, “porque nos introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la persona humana y la Persona de Jesús, donde el Padre juega un rol decisivo, y naturalmente también el Espíritu Santo”.
No basta encontrar a Jesus para creer en Él, señaló el Sucesor de Pedro, no basta leer la Biblia, el Evangelio; no es suficiente ni si quiera asistir a un milagro. Muchas personas estuvieron en estrecho contacto con Jesús y no le creyeron, al contrario, lo despreciaron y condenaron. Y esto sucedió, dijo el Papa, porque sus corazones estaban cerrados a la acción del Espíritu de Dios. “En cambio, afirmó el Papa Francisco, la fe es como una semilla en el profundo del corazón, germina cuando nos dejamos atraer por el Padre hacia Jesús, y vamos hacia Él con animo abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el Rostro de Dios y en sus palabras la Palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre”.
Sólo con esta actitud de fe, dijo el Obispo de Roma, podemos comprender el sentido del “Pan de vida” que Jesús nos da, porque Él, es el Pan vivo, bajado del cielo. Su carne, señaló el Papa, es su humanidad, en ella está presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Y quien se deja atraer por este amor va a Jesús y recibe de Él la vida, la vida eterna. Finalmente, el Pontífice animó a seguir el ejemplo de la Virgen María: la primera persona humana que creyó en Dios recibiendo la carne de Jesús, aprendamos de Ella, dijo, la alegría y la gratitud por el don de la fe.