Escrito por Mons. Mario de Gasperín Gasperín, obispo emérito  de Querétaro (México)|

El Ritual de la Iglesia sobre los exorcismos señala que deben practicarse de tal manera que se evite confundirlos con alguna acción mágica o supersticiosa; advierte que no deben convertirse en un espectáculo entre los presentes y que nunca se admita a ningún medio de comunicación social mientras se realizan. Pide, tanto el exorcista como el exorcizado, eviten divulgar la noticia y guarden la debida discreción, por el respeto debido a las personas afectadas.

Esta discreción no siempre es bien comprendida, sobre todo por los medios de comunicación. Muchas veces, estimulados por la imaginación popular, la curiosidad morbosa y una buena dosis de ignorancia, se ha generado en torno a este acto litúrgico un ambiente de sospecha o de menosprecio. Por eso, la Iglesia ha preparado un rito que debe observarse, y que vamos a exponer en sus líneas esenciales, admitiendo las variantes que suelen imponer las circunstancias.

El Ritual recomienda poner especial cuidado en la recitación de las fórmulas estipuladas, en los gestos y en los ritosque generalmente se toman del ritual de la Iniciación cristiana y de la sagrada Escritura. Esto es importante porque, aunque sencillos, son acciones y gestos cargados de significado. El exorcismo es un sacramental y está en la línea de los sacramentos. Éstos, como sabemos, “significando causan”, es decir, producen lo que significan. Su efecto depende de la fe y comprensión de su significado. Si se repiten sólo los gestos, pero la intención desconoce su significado, se hace magia pero no un exorcismo. Es preciso conocer el significado de los signos, el valor que les otorga la Iglesia y sintonizar con ella mediante la fe.

Los signos más expresivos usados en el exorcismo son: La señal de la cruz, signo de la derrota de Satanás; la imposición de las manos, la insuflación, y la aspersión con agua bendita, que nos recuerda la primera victoria sobre Satanás, el bautismo. Si se utiliza la sal bendita se acentúa la victoria sobre la corrupción demoníaca, nuestro dolor nacional. Se recita la Letanía, en la que se invoca la misericordia de Dios y la intercesión de los Santos del cielo, triunfadores ya sobre el poder de Satanás. Luego se recitan uno o varios Salmos, oraciones inspiradas por Dios. Sigue la lectura delEvangelio, palabra y voz poderosa de Cristo que expulsó a los demonios y curó nuestras enfermedades y dolencias.

La Imposición de las manos sobre el fiel vejado se hace invocando al Espíritu Santo, porque es él quien debe ocupar su lugar en el templo de Dios que es el cuerpo del cristiano. Un pequeño soplo o insuflación, remarca la presencia espiritual y real del Espíritu. Siguen tres oraciones importantes: La recitación del Credo, o símbolo de la fe de los Apóstoles y de la Iglesia; la renovación de las Promesas bautismales con la renuncia a Satanás, y el rezo delPadrenuestro, la oración que el Señor Jesucristo nos enseñó.

Se concluye con la fórmula del exorcismo, que tiene doble expresión: una deprecativa y otra imperativa. En la primera, el exorcista invoca a Dios y le suplica en nombre de Cristo que aleje a Satanás; en la segunda, la imperativa, le ordena al Demonio, con esa autoridad recibida, que se aparte del fiel vejado. La fórmula imperativa siempre va después de la deprecativa, y el rito concluye con la acción de gracias y la bendición.

El exorcismo no es espectáculo publicitario ni satisfacción para la curiosidad sino signo de la victoria de Cristo sobre el Maligno, protección para sus fieles y acto exquisito de caridad.

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