Por Clara Malo, RSCJ |

Una de las cosas que agradezco de acompañar Ejercicios Espirituales a jóvenes es que suele darme nuevas claves para entender y expresar el seguimiento de Jesús.  Esta vez hay en el grupo varias niñas de prepa, de 17 y 18 años.  Al compartir su día usan frases como: “El día estuvo super chido, ¿sí me entiendes?  Así como que plática total con Jesús…”   Pero también se tejen procesos profundos, cambios de perspectiva, reconciliaciones…

Ayer se les propuso que reflexionaran sobre su modo de amistad con Jesús y hasta qué punto se sienten libres para seguirlo. Al ver a estos jóvenes empecé a preguntarme: ¿Cómo serían unos EE en clave de Facebook?  A lo largo de la tarde, según iban transcurriendo las entrevistas, fue creciendo en mí la risita silenciosa, el sentimiento de complicidad con Jesús al “traducirles” la propuesta:

Esto es como hacer el test para ver en qué nivel te ubicas: El primer nivel de amistad es como darle “like”.  Dices que Jesús “te gusta”, te sumas a su fan page y por lo mismo estás dispuesta a vivir de acuerdo a sus mandamientos, amar al prójimo, no hacer daño a nadie…   El segundo nivel de amistad, equivale a aceptar su solicitud y hacerte de verdad su amiga: prestar un servicio más allá de lo meramente indispensable,  apoyar su causa y compartirla con tus amigos…  Pero el tercer nivel, es cuando de plano ya pones “tengo una relación”: estás enamorada, quieres caminar con él, escoger las mismas cosas que él eligió y por eso estás dispuesta a todo.

Sus ojos brillaban de entusiasmo: “¡Sí!, me late eso del test… – y con una risita – pero bueno, primero voy a checar si tengo una nueva solicitud de amistad…”

Al mirar el atardecer me sentí llena de una gratitud silenciosa. Por una parte por cada uno de estos jóvenes  y su increíble disposición.  Pero también, más profundamente, porque me sentí tentada a cambiar mi “estado” en Facebook: yo, Clara, tengo una relación.  Lo digo con orgullo, con alegría  e incluso con cierta incredulidad.  Tengo una relación larga y profunda, que me ha marcado y da perspectiva a todas mis demás relaciones. Esta relación, que se fue gestando a mis 14 ó 15 años, ha desembocado en que mi vida sea ahora esto: acompañar a otros en el proceso de encontrarse con Dios, aprender a discernir y correr riesgos.  Sólo por esto valdría la pena mi vida.

Y qué alegría profunda cuando alguien más se acerca a decirme: “Ya lo descubrí…  voy a cambiar mi estado en Facebook”.

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