Marcial Padilla González, Director de Con Participación, organización ciudadana que vincula a quienes desean promover valores humanos fundamentales, como son: la búsqueda del bienestar social general, la justicia social, el respeto de la vida humana en todas sus etapas, la solidez de los hogares y de los matrimonios, la salud y la educación integral para todos, platicó con El Observador sobre la más reciente decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que favorece a las parejas del mismo sexo.
Entrevista por Diana García y Chucho Picón
El 12 de junio de este año la Suprema Corte de Justicia de la Nación impuso para todo el país el llamado «matrimonio homosexual», y apenas dos meses después, el 11 de agosto, ha hecho lo mismo respecto de que las parejas homosexuales puedan adoptar niños. ¿México debería alegrarse o preocuparse por estas dos decisiones?
México debe reaccionar, no solo preocuparse. Y esto por dos motivos. El primer motivo es que algunos ministros –no todos- están usurpando la autoridad de los tres poderes, y prohíben que la sociedad tome las riendas sobre las decisiones que están tomando. ¿Cómo lo prohíben? Con afirmaciones como la de un ministro que nos cierra la boca porque la sociedad no debe opinar sobre estos temas. Estos ministros asumen una perspectiva de superioridad, no de liderazgo. El Poder Judicial no existe para redefinir la sociedad, o para legislar, ni tampoco existe para crear definiciones en temas de derechos humanos. La sociedad es la que debe reflexionar y construir nuestro espacio común de convivencia. Y eso aplica para cualquier sociedad que toma como forma de gobierno la democracia.
El segundo motivo, y es el más grave, es que algunos pocos ministros de la Suprema Corte de Justicia acaban de negar que la sociedad tenga como referencia la naturaleza y la razón. Ahora la familia es la construcción de un capricho de emociones, no una figura jurídica para algo que es evidente por la naturaleza humana.
Merecen particular atención dos afirmaciones de los ministros; la primera que prohíbe que se defina el matrimonio como unión de hombre y mujer y/o que tenga como fin la procreación. Eso es tan absurdo que equivale a prohibir decir que el ojo sirve para ver porque es discriminatorio para los invidentes. La segunda afirmación dice que en la adopción la sociedad no puede buscar la familia que mayor beneficio traiga al menor. Ambas ideas expresadas por algunos ministros nos indican que, si bien son la máxima autoridad en la técnica jurídica, no lo son en el contenido de los temas que tratan.
¿No se está cayendo en México en una estructura legal que privilegia a la minoría gay sobre el resto de los ciudadanos?
En México hay una gravísima confusión en la sociedad. Hay confusión en dos sentidos: en el primero, porque en estos temas las leyes van construyendo derechos humanos sobre deseos e impulsos, sin ninguna referencia a la naturaleza del ser humano, esa naturaleza que nos constituye y acomuna como especie desde hace miles de años. El segundo sentido de confusión es que se mezclan temas antropológicos con prejuicios antirreligiosos o de sesgo político. Un ministro dijo en una pieza editorial que grupos religiosos imponen su visión de la familia… ¿Los libros de ciencias sociales y de ciencias naturales los aprueba la Santa Sede? En los temas humanos todos debemos participar, es nuestra humanidad: la de creyentes y no creyentes.
Según Olga Sánchez Cordero, ministra de la Suprema Corte, impedir que las parejas gays adopten niños viola la Convención Americana, así como Convención sobre los Derechos del Niño, porque limita el acceso de los infantes a un núcleo familiar. Pero si las estadísticas mundiales marcan que la duración promedio de una pareja gay es de apenas año y medio, ¿no sería un grave riesgo que un niño, que ya ha sufrido una primera y traumática pérdida familiar, sea sometido potencialmente a una segunda sólo para que una pareja homosexual pueda satisfacer su «derecho» a tener hijos?
Sé que pronunció eso la ministra Olga Sánchez Cordero, pero imagino que en un diálogo sereno no sostendría una afirmación tan débil. Ella misma sabe que hay muchos niños en las casas hogar porque se cuida a detalle cada familia de acogida, y porque la estabilidad y complementariedad entre el niño y los papás debe ser analizada.
«Lo que yo entiendo de esa frase, y se escucha muchas veces, es que es mejor que un niño esté fuera de una casa hogar a que esté dentro de ella. Y en eso todos estamos de acuerdo. Pero usar eso como sofisma para imponer un «derecho a adoptar» es auto engañarse»
El ministro Eduardo Medina Mora fue el único que señaló que en este tema debe prevalecer el «derecho superior del niño». ¿Sería factible que los padres de familia, para preservar dicho derecho superior, pudieran estipular (si así lo quisieran) por escrito y con carácter legal e irrefutable, que, en el caso de que ambos faltaran (por muerte, enfermedad discapacitante, desaparición forzada, etc.) y que no hubiera familiares que pudieran ocuparse de la tutela de sus hijos, que éstos sólo pudieran ser adoptados por parejas heterosexuales?
La afirmación del ministro Medina Mora es muy afortunada. Tristemente no fue acompañado por otros. ¿Los padres de familia deberían dejar por escrito que sus hijos sean adoptados por una familia con papá y mamá en caso de faltar familiares? Eso equivale a tener que decir que el niño tiene derecho a respirar. Es obvio y evidente. Pero, sin duda, la confusión lleva hacia allá para proteger a nuestros hijos, en caso de faltar los padres o tutores.
Finalmente, ¿habría alguna posibilidad, al menos hipotética, de modificar la Constitución a fin de revertir la equiparación de las uniones homosexuales con el verdadero matrimonio, de cambiar la nueva definición de matrimonio que acaba de imponer la Suprema Corte, y de impedir, por el bien de la infancia, las adopciones de niños por parejas gays? ¿O lo que ha ocurrido hasta ahora se ha vuelto irreversible?
La respuesta es distinta para el matrimonio y para la adopción. Acerca del matrimonio, hay dos caminos que se pueden seguir: el primero es el de una reforma constitucional que deje por escrito que en nuestro país el matrimonio es entre un varón y una mujer. La segunda es a través de una nueva resolución de la Suprema Corte de Justicia. La primera requiere de una voluntad social y política grande. El segundo camino requiere un período de espera. Lo que es más importante es que la sociedad aprenda a reflexionar que México no es juguete de caprichos y que los ministros no son deidades que pueden definir la naturaleza humana. Debemos recuperar la capacidad de mirarnos como seres humanos con inteligencia y corporalidad, con miles de años de historia que nos ayudan a recordar cuál es la referencia sobre la que debemos encontrar la solución a cada problema.
Acerca de la adopción: por ahora no queda claro que se haya otorgado la adopción obligatoria en todo México a cualquier pareja registrada como matrimonio, sino que solo las sociedades de convivencia, y deberían proceder por medio de amparos para que estas figuras jurídicas puedan ser consideradas candidatas a recibir niños en adopción.
Lo grave y difícil de revertir es el precedente jurídico que se ha sentado. Pero no es imposible.
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