Luego de pronunciar su discurso en el Capitolio, el Papa Francisco se dirigió a la iglesia de San Patricio, donde tuvo en encuentro con más de 200 personas «sin techo». A ellos les dijo, en primera instancia: »Gracias por recibirme y por el esfuerzo que han hecho para que este encuentro se realizase». Después, habló de la importancia que había tenido en su vida San José, a quien reveló que recurría cuando estaba medio »apretado». »Ustedes -dijo- me recuerdan a san José. Sus rostros me hablan del suyo».
“No existe ninguna justificación social, moral o de otro tipo para aceptar la falta de habitación”, como lo fue para José que se encontró “con su esposa a punto de tener a su hijo, sin un techo, sin casa, sin alojamiento”. Pero José era un hombre de fe. Fue la fe la que le permitió encontrar la luz en auqel momento que parecía completamente obscuro. Y en la oración “no hay ricos ni pobres, hay sólo hermanos e hijos”.
‘Podemos imaginar las preguntas de José en ese momento: ¿Cómo el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir? ¿Por qué estamos sin hogar, por qué estamos sin un techo? Son preguntas que muchos de ustedes pueden hacerse a diario, y se las hacen. Al igual que José se cuestionan: ¿Por qué estamos sin un techo, sin un hogar? Y a los que tenemos techo y hogar son preguntas que nos harán bien también: ¿Por qué estos hermanos nuestros están sin hogar, por qué estos hermanos nuestros no tienen un techo?
El Papa señaló que 2es la fe la que nos hace saber que Dios está con ustedes, Dios está en medio nuestro y su presencia nos moviliza a la caridad. Esa caridad que nace de la llamada de un Dios que sigue golpeando nuestra puerta, la puerta de todos para invitarnos al amor, a la compasión, a la entrega de unos por otros». Y dijo: «Jesús sigue golpeando nuestras puertas, nuestra vida. No lo hace mágicamente, no lo hace con artilugios, con carteles luminosos o fuegos artificiales. Jesús sigue golpeando nuestra puerta en el rostro del hermano, en el rostro del vecino, en el rostro del que está a nuestro lado».
Finalmente, el Papa recordó el valor de la oración en la vida de los creyentes, de los seres humanos: la oración »nos une, nos hace hermanos … y nos recuerda una verdad hermosa que a veces olvidamos. En la oración, todos aprendemos a decir Padre, papá, y cuando decimos Padre, papá, en ella nos encontramos como hermanos. En la oración, no hay ricos y pobres, hay hijos y hermanos. En la oración no hay personas de primera o de segunda, hay fraternidad. En la oración es donde nuestro corazón encuentra la fuerza para no volverse insensible, frío ante las situaciones de injusticias . En la oración, Dios nos sigue llamando y levantando a la caridad».