Por Felipe ARIZMENDI ESQUIVEL, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |
VER
Antes de que el Papa Francisco realizara su difícil, pero exitosa visita a los Estados Unidos, una influyente revista de ese país titulaba así su portada: ¿El Papa es católico? La pregunta nos podría parecer muy sin sentido, pero se explica porque muchos norteamericanos están inconformes con los severos juicios que ha hecho contra el capitalismo desenfrenado, sin conciencia, asesino, excluyente, que es el nuevo becerro de oro y que sostiene el sistema en que se basa el desarrollo material y económico de ese país. Dicen que el Papa está contra el progreso, contra el avance tecnológico, contra el bienestar que trae el capital… No es así. Lo que cuestiona es la ambición de dinero sin ética, sin justicia ni misericordia hacia los pobres y excluidos, sin respeto al medio ambiente, actitudes contrarias al Evangelio. Si el Papa no les recordara estos valores humanos y cristianos, no sería católico en verdad.
Por lo contrario, después de comprobar las enormes multitudes que lo acompañaron en sus recorridos, no faltan quienes lo quieran calificar de Papa pop-star… No es eso lo que él busca; no pretende popularidad, ni populismos religiosos, sino que todos sigamos con más fidelidad a Jesús.
PENSAR
Son muchos los temas que trató. Por ahora, sólo pretendo rescatar algunos de contenido más social, cuyo fundamento siempre es la fe católica.
Dijo a los obispos: “Las víctimas inocentes del aborto, los niños que mueren de hambre o bajo las bombas, los inmigrantes que se ahogan en busca de un mañana, los ancianos o los enfermos, de los que se quiere prescindir, las víctimas del terrorismo, de las guerras, de la violencia y del tráfico de drogas, el medio ambiente devastado por una relación predatoria del hombre con la naturaleza, en todo esto está siempre en juego el don de Dios, del que somos administradores nobles, pero no amos. No es lícito por tanto eludir dichas cuestiones o silenciarlas. No menos importante es el anuncio del Evangelio de la familia. Estos aspectos irrenunciables de la misión de la Iglesia pertenecen al núcleo de lo que nos ha sido transmitido por el Señor. Por eso tenemos el deber de custodiarlos y comunicarlos, aun cuando la mentalidad del tiempo se hace impermeable y hostil a este mensaje”.
En cuanto a migrantes, les expresó: “La iglesia en Estados Unidos conoce como nadie las esperanzas del corazón de los inmigrantes. Ustedes siempre han aprendido su idioma, apoyado su causa, integrado sus aportaciones, defendido sus derechos, promovido su búsqueda de prosperidad, mantenido encendida la llama de su fe. Incluso ahora, ninguna institución estadounidense hace más por los inmigrantes que sus comunidades cristianas. Ahora tienen esta larga ola de inmigración latina en muchas de sus diócesis. Siento la necesidad de darles las gracias y de animarles. Acójanlos sin miedo. Ofrézcanles el calor del amor de Cristo y descifrarán el misterio de su corazón”.
Sobre el cuidado del medio ambiente y la dignidad de toda persona, dijo en la ONU: “La crisis ecológica, junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad, puede poner en peligro la existencia misma de la especie humana. Las nefastas consecuencias de un irresponsable desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y de poder, deben ser un llamado a una severa reflexión sobre el hombre. La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera más que números de una u otra estadística. La casa común de todos los hombres debe también edificarse sobre la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada”.
ACTUAR
Difundamos, meditemos y pongamos en práctica lo que ha dicho el Papa, y no nos quedemos con una noticia que ya pasó y se queda sin resultado. De nosotros depende vivir estos valores actuales del Evangelio.