Por Juan GAITÁN | @FalsoConFalso

La liturgia del 1er Domingo de Adviento es rica en símbolos y significados. Tanto que corremos el riesgo, o de perdernos entre tantos elementos, o de quedarnos en la superficialidad del simple “inicia la espera del nacimiento de Jesús”.

Después de asistir a la Eucaristía del pasado domingo, quedé impresionado por esta riqueza litúrgica y decidí, para mi oración personal, quedarme con dos aspectos concretos que tienen como factor común a la Virgen María. Son los siguientes:

Los sentimientos de una madre piadosa

Primero. Sabemos que los judíos son fervorosos lectores de las Escrituras. Pienso entonces: ¿qué habrá sentido María, que veía a su hijo anunciando un nuevo Reino en las calles, sanando enfermos, tocando leprosos, cuando leía la lectura del profeta Jeremías?

Copio aquí la lectura, proponiendo que se lea desde los sentimientos de María:

«Llegarán los días -oráculo del Señor- en que yo cumpliré la promesa que pronuncié acerca de la casa de Israel y la casa de Judá:

En aquellos días y en aquel tiempo, haré brotar para David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país.  En aquellos días, estará a salvo Judá y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán así: «El Señor es nuestra justicia».» (Jr 33, 14-16)

Estén prevenidos

Dice el Evangelio que se leyó el domingo: «Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre». (Lc 21, 36).

Esta sentencia de Jesús está introducida por un mensaje apocalíptico. Estén prevenidos. Pero la prevención evangélica –y esta idea se la robo al sacerdote que presidió la Eucaristía a la que asistí–, no es la típica prevención por temor, como la de quien por miedo coloca una alarma en su casa.

La prevención evangélica, más bien, se trata de CLARIDAD DE MENTE Y DE CORAZÓN. Es decir, tener claro qué es lo verdaderamente importante y centrar en ello la atención y las fuerzas.

Esto, añadió el sacerdote, habríamos de hacerlo como María, quien, al recibir el anuncio del ángel Gabriel y responder con un sí, tuvo claridad de mente y de corazón: no se distrajo en cuestiones secundarias sino que vivió plenamente para lo que en verdad era importante, la misión que Dios le encomendó.

En lo personal, he tomado y tomaré este pensamiento como mi frase de la semana (sí, mía, porque no podemos vivir lo que no nos apropiamos). CLARIDAD DE MENTE Y CORAZÓN. Centrar la mirada a lo realmente importante y volcar mis actividades semanales (el trabajo, familia, silencios) hacia lo más importante de mi vida.

¡Que tengamos una primera semana de Adviento transformadora, esperanzadora y llena de Dios!

 

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