ENTRE PARÉNTESIS | Por Amparo Gómez Olmos |

Si hoy viviera, tendría 96 años, pero precisamente tal día como hoy, hace 8 años, dejó esta tierra para volver a la Casa del Padre. El día de su funeral, la basílica de San Pablo Extramuros de Roma estaba abarrotada de personas de todas las edades y de todas las proveniencias, en una ceremonia que no hablaba de muerte sino de VIDA. Algunos testimonios:

  • «Chiara ha declinado la palabra “juntos” en la vida cotidiana, enseñándonos a poner en la práctica, también en las cuestiones más complicadas que la política tiene que afrontar, el secreto de amar siempre, a todos» (Romano Prodi, político italiano)
  • «Como anglicanos, nos ha impactado especialmente dos cosas de la espiritualidad de Chiara: la primera es su compromiso de vivir la Palabra de Dios en su vida cotidiana; la otra es su visión de la unidad de toda la humanidad» (Robin Smith, obispo anglicano de Inglaterra)
  • «Digo siempre a los miembros del Movimiento de los Focolares que mamá Chiara no os pertenece sólo a vosotros cristianos; ahora, ella y su gran ideal son una herencia para la humanidad entera» (Phramaha Thonogratana, monje budista tailandés)

La misma ciudad que dio sede al Concilio de la Contrarreforma vio nacer el 22 de enero de 1920 a Chiara Lubich, depositaria del carisma de la unidad, que cobró forma en el Movimiento de los Focolares, obra nacida en el seno de la Iglesia católica pero con amplios desarrollos en el terreno del ecumenismo, del diálogo interreligioso, con personas sin referencias religiosas y con la cultura en general.

Estudia magisterio y empieza a trabajar. Con veintitantos años se encuentra viviendo la 2ª Guerra Mundial. Ella, que era cristiana, se encuentra a menudo corriendo a los refugios cuando suenan las alarmas, con el Evangelio en la mano. Allí, con sus amigas, a la luz de las velas, leen las palabras de Jesús, que captan con una potencia extraordinaria, y se lanzan a vivirlas con intensidad. Especialmente elocuentes les resultan esas que hablan del amor, del amor al prójimo. En poco tiempo, se desencadena en Trento una pequeña revolución alrededor de “aquellas chicas” que querían resolver las necesidades de las personas de su ciudad…

Y en unas décadas, este estilo de vida se extiende a los cinco continentes por el boca a boca, por ósmosis… por la fuerza del testimonio y de la palabra. ¿Cómo se explica esta difusión? Seguramente es intrínseca al mismo carisma que Chiara recibió de Dios. Ella confiesa que cuando leyeron en el Evangelio la oración de Jesús antes de la pasión, aquel “Padre, que todos sean uno”, tuvieron la intuición en su interior de que esa era la vocación a la que Dios les llamaba: la unidad de la familia humana, la fraternidad universal.

Algunos la han llamado una mística del siglo XX. Otros reconocen su aportación a la paz, como la Unesco, que en 1996 le dio el premio “Educación a la paz”. Hay quien destaca que ella lanzó la chispa inspiradora de una nueva praxis económica que hoy se conoce como Economía de Comunión. Para el papa Juan Pablo II, Chiara y los miembros de los Focolares son “apóstoles del diálogo” y, sin duda, ella ha sabido utilizar con arte este instrumento para acercar las personas, salvando las diferencias y tendiendo puentes a 360º.

Una vida extraordinaria en lo ordinario, como ella misma expresó y con estas palabras la recordamos:

He aquí el gran atractivo de nuestro tiempo: penetrar en la más alta contemplación y permanecer mezclado con todos, hombre entre los hombres.

Diría aún más: perderse en la muchedumbre para impregnarla de lo divino, como se empapa un trozo de pan en el vino.

Diría aún más: participando de los designios de Dios sobre la humanidad, trazar sobre la multitud estelas de luz y, al mismo tiempo, compartir con el prójimo la injuria, el hambre, los golpes, las breves alegrías.

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