Esta mañana se perpetró una serie de ataques en Bruselas, Bélgica, que han cobrado al menos 34 vidas y han dejado más de un centenar de heridos. Dos explosiones han tenido lugar en el aeropuerto Zaventem de la capital belga y una tercera se ha registrado en una estación del metro.
Al escuchar la noticia de los ataques, el Papa Francisco ha expresado su dolor y cercanía a las familias de las víctimas en un telegrama firmado por el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, enviado al arzobispo de Malinas-Bruselas, Josef De Kesel. El Papa «nuevamente condena la violencia ciega que provoca tanto sufrimiento, y pidiendo a Dios el don de la paz, invoca sobre familias puestas a prueba y sobre los belgas la bondad de las Bendiciones divinas», dice el texto.
También los obispos expresaron su dolor y solidaridad por las víctimas de la violencia. Por el momento todavía es difícil reconstruir la dinámica exacta de los atentados.
El fiscal federal belga, Frederic Van Leeuw, define las tres explosiones de «ataques terroristas». El primer ministro belga, Charles Michel, ha dirigido un llamamiento a sus conciudadanos pidiendo que mantengan la calma y permanezcan unidos, pero también ha añadido que «la alarma no ha cesado».
Por su parte, el nuncio apostólico en Bruselas, monseñor Giacinto Berloco dijo quew este es un «gran dolor. Los terroristas están muy lejos de nuestros valores. Informé inmediatamente al Vaticano». «El aeropuerto de Zaventem —indicó— es un lugar en donde siempre hay muchísimas personas y a esa hora estaba partiendo mucha gente. Fue elegido un momento trágico para obtener víctimas sensiblemente. El primer sentimiento es de gran dolor». «No he hablado personalmente con el Papa —reveló—, pero informé inmediatamente sobre los atentados al Vaticano para que la Secretaría de Estado y el Santo Padre estuvieran al corriente de lo sucedido». «Es difícil entrar en la mente de estas personas —observó. Muchas veces hay personas que tal vez se sienten marginadas o que tienen una idea de la convivencia muy diferente de la que tenemos nosotros. Son personas que quieren imponer sus ideas, su forma de ser y de vivir a una sociedad que tiene otros valores, como la convivencia, el respeto y la fraternidad. Estos tienen ideas que están muy lejos de los valores que vivimos, que hemos adquirido desde hace tiempo y que constituyen la base de la vida social».