Por Fernando Pascual │
Un gran peligro en la vida: la parálisis. Ante tantos asuntos, peticiones, deseos, cansancios, no nos decidimos. Mientras, el tiempo pasa…
No podemos quedar atolondrados. Hay que acometer los retos que rodean nuestras vidas. Llega la hora de tomar decisiones.
No se trata de emprender un trabajo frenético ni de escoger lo primero que pase por la cabeza. Antes de acometer nuestros deberes, hay que pensar y jerarquizar.
¿Qué necesitan mis familiares y amigos? ¿Qué me exigen mis deberes como trabajador? ¿Qué me pide mi condición cristiana? ¿Qué vale realmente en el tiempo y en la eternidad?
Con una actitud reflexiva y con una petición de ayuda a Dios y a buenos consejeros, podré avanzar hacia las respuestas y llegar al momento de las decisiones.
Luego, hay que ponerse a trabajar. El tiempo no perdona. Hay quienes necesitan ayuda, o un consejo, o simplemente que alguien les escuche.
Entonces el tiempo empezará a ser fecundo. Superaré esa angustia extraña que nace al ver tantos asuntos pendientes. Viviré más tranquilo en medio de opciones que, espero, llevarán hacia el bien.
El horizonte me invita a dar nuevos pasos. Miradas amigas esperan mi respuesta. Dios me anima y me promete su ayuda en las dificultades. Llega la hora de acometer.
Me pongo en camino, con paz y con una voluntad fortificada y generosa. Daré lo mejor de mi mismo. Y dejaré, confiadamente, los resultados en las manos de Dios.