Por Felipe ARIZMENDI ESQUIVEL, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |
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En nuestra catedral, en el confesionario donde los obispos acostumbramos cada ocho días dar este servicio, en días pasados alguien dejó unas como estampitas, muy bien hechas por cierto, con la foto del Papa Francisco, y con dos de sus frases: “Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? (29-VII-2013). “Sorprende la postura de Jesús: No oímos palabras de desprecio, ni oímos palabras de condena; sólo palabras de amor, de misericordia. Un poco de misericordia hace que el mundo sea menos frío y más justo” (18-III-2013). Es muy cierto esto, pero no sé si quienes reparten esto lo hacen para ayudar a la conversión de dichas personas, como una invitación a la tolerancia y al respeto, o para indicar que todo se vale y que cada quien sea como sea.
En contraposición, este lunes, en un programa semanal de radio que tengo desde hace tres años, llamado Pregúntale al Obispo, alguien me mandó este mensaje: “Soy gay; busqué ayuda con un psicólogo para cambiar y lo que me dijo es que me acepte como soy. Le he pedido a Dios, pero tampoco he tenido respuesta. ¿Qué debo hacer?”
En ese mismo programa, recibí estas preguntas: “¿Cómo debe actuar una familia que defiende las creencias católicas, pero uno de sus integrantes tiene preferencias sexuales distintas? ¿A quién debe apoyar: a la Iglesia, o al integrante de la familia?” Y esta otra: “¿Puede un sacerdote casar a dos hombres gay?
PENSAR |
Gran revuelo han causado de nuevo unas palabras que el Papa Francisco dijo a los periodistas, en su vuelo de regreso de Azerbaiyán, el domingo pasado, sobre la atención a los homosexuales. Algunos medios no dan la versión completa, sino sólo algunas palabras. En primer lugar, repitió lo que es doctrina común de la Iglesia: “Cuando se habla del matrimonio como unión del hombre y de la mujer, como lo ha hecho Dios, a imagen de Dios, es hombre y mujer. Esta es la verdad. El matrimonio es imagen de Dios, hombre y mujer en una sola carne. Cuando se destruye esto, se ensucia o se desfigura la imagen de Dios. El principio es ese, pero las debilidades humanas existen, los pecados existen, y siempre la última palabra no la tiene la debilidad, la última palabra no la tiene el pecado; ¡la última palabra la tiene la misericordia”. Es decir, el matrimonio verdadero, a imagen de Dios, es sólo entre un hombre y una mujer que se aman.
Pero, como advierte, las debilidades humanas existen, los pecados existen… Y en concreto dice: “Yo he acompañado en mi vida de sacerdote, de obispo, incluso como Papa, he acompañado personas con tendencia y con prácticas homosexuales. Las he acompañado y las he acercado al Señor. Algunos no pueden, pero les he acompañado y nunca he abandonado a ninguno. Esto se ha hecho. Las personas se deben acompañar como las acompaña Jesús. Cuando una persona que tiene esta condición llega ante Jesús, Jesús seguramente no le dirá: ¡Vete, porque eres homosexual! No. El pecado es el pecado. Las tendencias o los desequilibrios hormonales dan muchos problemas y debemos estar muy atentos a no decir: Todo es lo mismo; hagamos fiesta… No; esto no. Cada caso hay que acompañarlo, estudiarlo, discernir e integrarlo. Esto es lo que haría Jesús hoy. Por favor, no digan: ¡El Papa santificará a los trans! Por favor, ¿eh? Porque ya estoy viendo las primeras páginas de los diarios. No, no. Quiero ser claro. Es un problema moral. Es un problema. Es un problema humano. Y se debe resolver como se puede, siempre con la misericordia de Dios, con la verdad, como hemos hablado en el caso del matrimonio, pero siempre con el corazón abierto”.
En otra circunstancia, dijo: “Dios no ha mandado a su Hijo al mundo para castigar a los pecadores, ni para acabar con los malvados. Sino que es a ellos a quienes se dirige la invitación a la conversión para que, viendo los signos de la bondad divina, puedan volver a encontrar el camino de regreso” (7-IX-2016). “Todos somos llamados, buenos y malos. La Iglesia no es solamente para los buenos o los que parecen buenos o se creen buenos. La Iglesia es para todos, y además preferentemente para los malos, porque la Iglesia es misericordia” (28-IX-2016).
ACTUAR |
Las cosas claras. Lo que es un desorden, un pecado, un problema, lo es y no se puede calificar como bueno y como virtud. Pero esto no implica despreciar o descalificar a quien tiene un problema humano y moral. Hay que escucharle, comprenderle, acompañarle, respetarle y acercarle a Jesús, en quien se encuentra la liberación y la madurez plena.