Es importante que la esperanza «sea la respuesta a aquello que verdaderamente puede ayudar a vivir y dar sentido a nuestra existencia». «Si se coloca la esperanza en los ídolos, uno se vuelve como ellos: imágenes vacías con manos que no tocan, pies que no caminan, bocas que no pueden hablar», y «nosotros los hombres de Iglesia también corremos este riesgo cuando nos ‘mundanizamos’. Es necesario permanecer en el mundo, pero defenderse de las ilusiones del mundo». 

La esperanza es  “una necesidad primaria del hombre”, pero ésta ha de ser puesta en Dios y no en los «‘ídolos»mundanos, como la riqueza o el poder, y tampoco en un «dios»que el hombre, imagen de Dios, se fabrica a su propia imagen», y es incluso una imagen mal lograda: no siente, no obra, y sobre todo, no puede hablar».

Esperar en Dios, «que no es un ídolo, jamás defrauda»y es el tema sobre el cual el  Papa habló a las siete mil personas presentes en el Vaticano para la audiencia general. Una esperanza que el tiempo litúrgico de Adviento, y luego el de Navidad, despiertan en el pueblo de Dios.

“Pero es importante -agregó- que tal esperanza sea colocada en lo que verdaderamente puede ayudar a vivir y a dar sentido a nuestra existencia. Es por esto que la Sagrada Escritura nos pone en guardia contra las falsas esperanzas: estas falsas esperanzas que el mundo nos presenta, encubriendo su inutilidad y mostrando su insensatez. Y lo hace de varios modos, pero sobre todo denunciando la falsedad de los ídolos en el cual el hombre está tentado de poner su confianza, haciéndolo el objeto de su esperanza.

La fe, explicó el Papa, «es confiar en Dios, pero viene el momento en el que, al enfrentar las dificultades de la vida, el hombre experimenta la fragilidad de esa confianza y siente la necesidad de certezas diferentes, seguridades tangibles, concretas. “Me encomiendo a Dios, la situación es un poco fea, yo necesito una seguridad más concreta”. ¡Ahí está el peligro! Y entonces nos vemos tentados a buscar consolaciones efímeras, que parecen llenar el vacío de la soledad y aliviar las fatigas del creer».

 

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