Por Francisco Xavier SÁNCHEZ |
En el centenario del nacimiento de Juan Rulfo
Si bien toda la obra de Juan Rulfo está dedicada a hablar sobre los pobres y describir su pobreza, el único cuento que desde su título mismo precisa bien esa temática es: “Es que somos muy pobres”[1]. Y la primera frase del cuento: “Aquí todo va de mal en peor.” (p. 23), indica bien la fatalidad que recorre toda la historia en la cual se está jugando, nada más ni nada menos que el futuro de la niña Tacha.
La historia es narrada por el hermano de Tacha (que no dice su edad pero que probablemente también es un niño como su hermana). Un día después de que Tacha cumplió doce años se desató una tremenda tormenta en el pueblo, que hizo crecer la corriente del río y que terminó por llevarse a la vaca llamada “Serpentina”, que su papá había regalado a su hija por el día de su santo. El narrador poco a poco va hilvanando toda una serie de desgracias que le han sucedido a su familia y que tienen como origen la pobreza.
El cuento se puede resumir en una sola frase: “Apenas acababan de enterrar a la tía Julia cuando comenzó a llover y la creciente del río se llevó a Serpentina, que era el patrimonio de Tacha.” Una desgracia por la perdida de una vaca para una familia tan pobre, y que tiene muchas implicaciones no sólo económicas, sino sobre todo morales. Nos parece que la grandeza de este cuento es haber unido dos elementos que están estrechamente ligados a la vida del ser humano: la economía y la moral. ¿Qué tiene que ver la pobreza o la riqueza con el comportamiento moral? Tienen mucho que ver. Ya que la pobreza extrema no consiste sólo en no tener qué comer, con qué vestirse o dónde vivir, sino que también condiciona la toma de decisiones morales como por ejemplo el robar y/o el prostituirse. La novela Los miserables de Víctor Hugo inicia con el robo de pan, para alimentar a sus sobrinos, por parte del protagonista Jean Valjean. En el caso del cuento del Rulfo, la pobreza en que vive Tacha y su familia, la pueden orillar a que tome la decisión de prostituirse como lo hicieron sus dos hermanas mayores. “Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.” (p. 26).
El temor de que Tacha caiga en la prostitución recorre toda la narración. El binomio: pobreza = prostitución parece inevitable. Las dos hermanas mayores de Tacha habían caído en la prostitución a causa de su pobreza y su rebeldía. “Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos muy pobres en mi casa y ellas eran muy retobadas.” (p. 26). Y no es que la pobreza conduzca necesariamente a la prostitución, pero por lo menos en aquel pueblo ante tanta pobreza, pocas perspectivas de futuro y un cuerpo seductor, era una de las principales tentaciones para Tacha. “La peligrosa es la que queda aquí, la Tacha, que va como palo de ocote crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos que prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para llamar la atención” (p. 27). Y la frase final de la historia anuncia lo que parece inevitable: “y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.” (p. 28).
La destrucción que el río causa en el pueblo es apenas comparable con la destrucción económica y moral de sus habitantes. Nos parece que en la genialidad simbólica de Juan Rulfo, la creciente del río representa varios elementos como pueden ser: la vida, la sexualidad, la maldad, pero sobre todo la pobreza. El rio está tranquilo (la vida) pero llega un elemento externo que es la lluvia (la pobreza) y si no se controla puede provocar catástrofes.
La pobreza extrema, como la creciente del río, impide llevar una vida realmente humana, plena y feliz. Causa hambre (perdieron la cebada que habían cultivado); destruye a las familias (las dos hermanas de Tacha se habían ido de pirujas); imposibilita tener una correcta imagen de Dios y de la religión, “Mi mamá no sabe por qué Dios la ha castigado tanto al darle unas hijas de ese modo” (p. 27); y finalmente hace que la vida del ser humano se asemeje a la vida animal. En cierto momento se compara la perdición de la vaca y probablemente del becerrito con la perdición de las dos hermanas. La mamá de Tacha utiliza la misma frase para hablar de los animales y de sus hijas: “Que Dios los ampare a los dos” y “Que Dios las ampare a las dos”.(p. 26 y 27).
La pobreza destruye la vida humana. En el relato todos los sentidos no permiten disfrutar al ser humano cosas agradables, sino solo experimentar dolor y sufrimiento. Olfato: “el olor a podrido del agua revuelta”(p. 24); oído: “pero no se oye nada” (p. 25); vista: “hay gente mirando el río y contando los perjuicios” (p. 25); gusto: “el sabor a podrido que viene de allá salpica la cara de tacha” (p. 28). Y finalmente el tacto, es decir la sensibilidad ligada en este caso a la sexualidad está desordenada, no se vive plenamente: “Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando uno menos se lo esperaba, allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una con un hombre trepado encima.” (p. 26)
¿Qué hacer para luchar contra la creciente de la pobreza? Para muchos pobres –como es el caso del cuento de Rulfo– la pobreza se presenta como fatalidad, como destino. El gobierno está ausente de sus vidas. Sólo queda la esperanza de que el becerrito esté vivo y así Tacha pueda salvar también su vida. La pobreza se mete en la vida de la gente como agua sucia que sólo los destruye. “Esta aquí [Tacha], a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella.” (p. 27 y 28).