Por Francisco Xavier SÁNCHEZ |
En el centenario del nacimiento de Juan Rulfo
En el cuento Talpa están presentes dos elementos en los que podemos encontrar ciertos elementos comunes: la pasión humana y el fanatismo religioso, la pulsión de vida y la pulsión de muerte. Rulfo, que fue formado en escuelas católicas y que creció en Jalisco en plena guerra cristera, critica en este cuento una religiosidad popular basada en el fanatismo que no es capaz de ayudar al pobre mientras vive, sino que sólo le da consuelo en su muerte. Por otra parte también trata sobre el deseo sexual tan fuerte y posteriormente el remordimiento, que viven una pareja de amantes, después de haber colaborado en la muerte de quien les impedía vivir su gran pasión.
En el cuento intervienen tres personajes: Natalia, su esposo Tanilo que está gravemente enfermo, y el hermano de éste, que es a la vez el narrador (del cual no se menciona su nombre). Natalia y su cuñado viven una pasión oculta desde hace tiempo, sin embargo la presencia de Tanilo les impide vivirla. Tanilo, en un intento desesperado por sobrevivir y curarse de su terrible enfermedad, decide ir en peregrinación al santuario de la Virgen de Talpa. Su esposa y su hermano lo apoyan en esa idea pensando que de esa manera él morirá más rápido y se podrán deshacer de él. Efectivamente Tanilo muere. Pero ellos, en contra de lo esperado, no encuentran paz, sino que los persigue el remordimiento.
Juan Rulfo desde las primeras líneas de su cuento nos narra el desenlace trágico de Tanilo. Murió y fue enterrado en Talpa. Su esposa Natalia llora y se desahoga en los brazos de su madre. “Vino a llorar hasta aquí, arrimada a su madre; (…) como si estuviera exprimiendo el trapo de nuestros pecados” (p. 50). Y el hermano de Tanilo nos dice al final del cuento, que quiere irse de su pueblo, de Zenzontla, para poder olvidar. “No sé para dónde; pero tendremos que seguir, porque aquí estamos muy cerca del remordimiento y del recuerdo de Tanilo.” (p. 59). ¿Qué es lo que sucedió para que ellos no encontraran la libertad que ellos tanto anhelaban para poder amarse? Los persigue el remordimiento de haber deseado matar a Tanilo. “Porque la cosa es que a Tanilo Santos entre Natalia y yo lo matamos.” (p. 50).
En el cuento se tratan dos temas de amor llevados a sus últimas consecuencias a causa de la pasión. El amor humano entre Natalia y su cuñado, y el amor divino de Tanilo por la Virgen. Sin embargo ese amor se degenera, se enferma, huele mal y destruye –como la extraña enfermedad de Tanilo– cuando se deja llevar por la pasión humana y el fanatismo religioso.
¿Natalia y su cuñado se aman o simplemente se desean? Parece ser que es el deseo el que los arrastra sin que ellos hagan algo para evitarlo. “Yo ya sabía desde antes lo que había dentro de Natalia. Conocía algo de ella. Sabía por ejemplo que sus piernas redondas, duras y calientes como piedra al sol de mediodía, estaban solas desde hacía tiempo. Ya conocía eso. Habíamos estado juntos muchas veces; pero siempre la sombra de Tanilo nos separaba: sentíamos que sus manos ampolladas se metían entre nosotros y se llevaban a Natalia para que los siguiera cuidando.” (p. 51). El deseo que existe entre los dos es como el ímpetu de un río que ellos no logran controlar. El narrador da a entender que su hermano estaba muy grave y que moriría de todas maneras pronto. Pero ellos no pudieron esperar. “No podrá tranquilizarnos saber que Tanilo se hubiera muerto de todos modos porque ya le tocaba, y que de nada había servido ir a Talpa, tan allá, tan lejos; pues casi es seguro de que se hubiera muerto allá que aquí, o quizá tantito después aquí que allá.” (p. 51). Finalmente si ellos hubieran esperado la muerte natural de Tanilo no habrían tenido ningún problema ni remordimiento para juntarse. Pero quisieron anticipar su muerte y eso es lo que los hace sentir tremendamente culpables. “Lo malo está en que Natalia y yo lo llevamos a empujones, cuando él ya no quería seguir (…) Lo que queríamos era que se muriera.” (p. 51-52).
A una pasión incontrolada corresponde una religiosidad fanática. En los dos casos el cuerpo juega un papel muy importante. Durante el trayecto de la peregrinación ellos no pueden esperar para satisfacer, aunque sea un poco sus deseos. “Siempre sucedía que la tierra sobre la que dormíamos estaba caliente. Y la carne de Natalia, la esposa de mi hermano Tanilo, se calentaba en seguida con el calor de la tierra. Luego aquellos dos calores juntos quemabas y lo hacían a uno despertar de su sueño. Entonces mis manos iban detrás de ella; iban y venían por encima de ese como rescoldo que era ella; primero suavemente, pero después la apretaban como si quisieran exprimirle la sangre. Así una y otra vez, noche tras noche, hasta que llegaba la madrugada y el viento frío apagaba la lumbre de nuestros cuerpos.” (p. 53). Eros y Tánatos, la vida y la muerte, la pasión por vivir y el deseo primario de matar, están magistralmente unidos en este pequeño cuento. En Natalia y en su cuñado no hay racionalidad, es sólo pasión, instinto, animalidad. “Es algo que no podemos entender ahora; pero entonces era lo que queríamos.” (p. 52). Es como si una fuerza extraña los empujara sin que ellos lograran someterla. “Había algo dentro de nosotros que no nos dejaba sentir lastima por ningún Tanilo.” (p. 55).
¿Y qué tiene que ver la religión o más bien la religiosidad popular con todo esto? La religión que tiene la función de unir a los hombres con Dios y entre ellos mismos, se pervierte cuando cae en el fanatismo. En el fanatismo no se piensa, sólo se buscan favores inmediatos, como las caricias lascivas de Natalia y su cuñado. Y si el cuerpo se usa para pecar humanamente, también se utiliza para redimirse espiritualmente. Es por eso que se vive la religión a partir del sufrimiento, del castigo y del dolor. Tanto los penitentes como el sacerdote que predica en el santuario de Talpa, ponen como centro de su relación con la Virgen el sufrimiento del cuerpo. “Todo se debió a que Tanilo se puso a hacer penitencia. En cuanto se vio rodeado de hombres que llevaban pencas de nopal colgadas como escapulario, él también pensó en llevar las suyas.” (p. 57). Y el sacerdote predicando en el santuario: “Ella [la Virgen] sabe que cada día nuestra fe es mejor porque está hecha de sacrificios.” (p. 58).
Tanto las relaciones humanas como la divina se pervierten cuando se dejan llevar por la pasión, por el deseo no controlado. Natalia y su amante han pervertido la finalidad de la religiosidad popular. La gente en las peregrinaciones va para buscar vida y ellos buscan la muerte. También han pervertido las relaciones familiares. Siendo cuñados desean vivir su pasión e incluso viven ciertos momentos durante la peregrinación. Tanilo es el más coherente en el relato, busca su vida y encuentra la paz tanto anhelada. “Tanilo se alivió hasta de vivir” (P. 53). Ellos en cambio encuentran la muerte. “Y Natalia se olvidó de mí desde entonces” (p. 53). El amor humano como la religión se pueden pervertir cuando no se ponen al servicio del otro, cuando se idolatran, cuando deshumanizan. El sacerdote en el pulpito predica el sufrimiento como medio de encuentro con Dios, ellos viven un amor incestuoso o pecaminoso porque es indebido. El resultado es el remordimiento. El vivir constantemente con esa pena que les re-muerde el alma, que los va matando poco a poco.