ENTRE PARÉNTESIS | Por José Ismael BÁRCENAS SJ |

Hace poco, leía la noticia de unas pinturas rupestres, que datan de hace 65.000 años, y que los arqueólogos dicen que no fueron elaboradas por Homo sapiens, sino por manos Neandertales. Estas expresiones artísticas, distribuidas en la península Ibérica en cuevas de Maltravieso (Cáceres, España), en Ardales (Málaga) y en La Pasiega (Cantabria); revelan que no fuimos la única especie que hizo uso del lenguaje, pensamiento simbólico y capacidad cognoscitiva avanzada para manifestar sueños o fantasías, miedos o confianzas, alegrías o tristezas.

Sigue habiendo debate sobre si los Neandertales se extinguieron, o si los aniquilamos o si nos mezclamos. Ryszard Kapuscinski en su libro “Encuentro con el Otro” (Editorial Anagrama) reflexiona sobre tres posibilidades que surgen cuando un ser humano se encuentra con otro: puede elegir la guerra, aislarse tras una muralla o entablar un diálogo. De estas tres opciones nos encontramos rastros y vestigios de lugares donde se libraron sangrientas batallas o se aniquilaron civilizaciones; largos muros que defendían ciudades o marcaban distancia al foráneo; mercados, teatros y templos donde convergían extraños para intercambiar bienes, rezar o reír y llorar juntos.

¿Qué fue de aquellos Neandertales? Sabemos que eran nómadas, como también lo fue el Homo sapiens. No sabemos a dónde se fueron o si, simplemente, en nuestro ADN, siguen corriendo sus genes y son parte de nuestros ancestros. En fin, abundan teorías. Lo que sí sabemos es que esas pinturas, de hace 65.000 años, fueron echas por ellos. Desconocemos qué significan. Pero siguen saludándonos en esas manos pintadas sobre la roca de las cuevas.

Miles de años después, en la actualidad, continuamos haciendo uso del arte para expresarnos y entendernos. El artista exterioriza sus sueños, fantasías, recuerdos, anhelos, logros, frustraciones, esperanzas, certezas e incertidumbres. Quiere decir algo y a veces no quiere decir nada, simplemente quiere plasmar abstracciones. Es interesante ver como en diferentes tiempos y latitudes, el ser humano tiene el deseo de querer entender la realidad circundante, siempre compleja y llena de retos, y plasmarla en algo que capten sus sentidos. Hay un deseo de expresar, desde diferentes medios y espacios, los pensamientos y sentimientos que genera dicha realidad.

¿El amor sin forma?

En su más reciente y premiada película “La forma del agua”, Guillermo del Toro habla de que el amor, como el agua, no tienen forma. En esta historia donde una joven muda se encuentra con un monstruo anfibio, es más sencillo comunicarse con el diferente que con el semejante. El monstruo amazónico resulta ser más humano que, por ejemplo, el jefe del laboratorio, siempre prepotente y racista. En tiempos en donde surgen líderes y movimientos (políticos y religiosos) en donde ven en el otro, en el extraño y en el forastero, el chivo expiatorio a quien se le pueden endosar todos los males (y, por tanto, se puede exigir su sacrificio), nos encontramos con este largometraje que invita al diálogo, a la apertura y al encuentro con el otro.

Es de agradecer el discurso que dio Guillermo del Toro el pasado domingo al recoger el Oscar de la Academia como mejor Director. Siendo mexicano y viviendo en un EUA convulsionado por balaceras en escuelas y discursos xenófobos (y levanta muros) de Trump, del Toro dijo: “Yo soy un inmigrantecomo Alfonso (Cuarón) y Alejandro (González Iñárritu), mis compadres. Como Gael (García), Salma (Hayek) y como muchos de ustedes. En los últimos 25 años he vivido en un país que es de todos nosotros: tiene partes de aquí, de Europa, de todas partes, porque creo que lo más maravilloso que se puede hacer -y nuestra industria lo hace- es borrar las líneas en la arena“. Y, posteriormente, cuando volvió a subir al escenario para recoger el Oscar a Mejor Película, dijo: “Quiero dedicar este premio a todos los jóvenes cineastas del mundo, a la juventud que nos está enseñando cómo se hacen las cosas. En serio lo hacen, en todos los países del mundo. (…) Quiero decirles a todos que sueñan con el poder de la fantasía para contar las cosas que son reales en el mundo: pueden hacerlo. Esta es una puerta, túmbenla y pasen“.

Y pues eso. Que las antiguas y las nuevas bellas artes, nos sigan llevando al encuentro con el otro. Y que estos espacios y medios, sirvan a las nuevas generaciones de tal manera que, dentro de 65.000 años, quienes estén o visiten este planeta, puedan encontrarse con hallazgos que señalen: Aquí hubo seres humanos provenientes de diferentes latitudes, credos y culturas, que decidieron vivir siendo amigos y compartieron tristezas y alegrías, sueños y frustraciones, fantasías y realidades, y, sobre todo, encuentros y esperanzas. Que este sea el saludo que demos a las futuras generaciones.

@elmayo

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