Para la Iglesia es «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones
y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección» (Gaudium et spes, n. 26).
En palabras más sencillas, es aquello que necesitamos para alcanzar la perfección personal, todos en conjunto. Y en ello se incluye tanto lo espiritual como lo temporal y material.

Un decálogo para pensando en el bien común

I. Aprovecha la rica tradición de la doctrina social de la Iglesia para ayudarte a descubrir trampas ocultas en las distintas opciones políticas; así te será más fácil entender si lo que proponen es imposible de realizar, si atentan contra los derechos individuales o si no favorecen el bien común.

II. Indaga en tu conciencia cuáles son los valores a los que tú jamás debes renunciar, e investiga si las posturas de los candidatos son contrarias a éstos.

III. No te fíes sólo de las promesas de campaña sino que indaga el pasado de los candidatos: ¿cuál ha sido el servicio desinteresado que han aportado hasta ahora?, ¿han aprovechado su vida política para favorecer a la sociedad , o más bien se han aprovechado de la sociedad para vivir?

IV. Considera el principio de solidaridad: vota más allá de tus intereses individuales o de grupo, interésate por el bienestar real de todos.

V. Toma en cuenta la dignidad humana y sus derechos elementales. Si votas por tal o cual opción política y ésta gana, ¿respetará la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, la libertad de religión, la libertad de expresión, la libertad de asociación, la libertad de decisión, la propiedad privada, la auténtica participación ciudadana, etc.?

VI. Recuerda que la familia es la célula fundamental de la sociedad; contempla entonces, para el bien común, que se garantice la defensa del matrimonio entre un hombre y una mujer, el derecho de los niños a tener un padre y una madre, y el derecho de los padres a decidir la educación de sus hijos.

VII. Busca que las opciones políticas incluyan la custodia de la creación, a fin de que las generaciones futuras también puedan beneficiarse de los bienes de la Tierra.

VIII. Considera el principio de subsidiaridad: no busques un gobierno que haga todo por ti e interfiera en tu vida interna, sino uno que incentive el derecho y el deber de cada persona a ser el autor principal de su propio desarrollo.

XI. Ejerce tu derecho al voto; si no encuentras una opción que de verdad favorezca el bien común, vota por la menos mala; y si todas te parecen igual de malas, anula tu boleta para expresar que tu conciencia recta te impide apoyar a esos políticos.

X. Recuerda que negándote a acudir a las urnas no abonas al bien común, sólo lanzas un mensaje de que el futuro de tu país te es indiferente.

Redacción

Publicado en la edición impresa de El Observador 13 de mayo de 2018 No. 1192

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