Una de las virtudes de la obra de Ramón López Velarde es que cautiva al fundir la vida cotidiana con la poesía. Así, tiene poemas dedicados a sus primas, a una niña con la que jugaba, o a la máquina de coser de su madre. Por supuesto, esa fusión resalta de manera notable en La suave Patria, que dedicó a su amado país. «La patria de López Velarde —escribió Octavio Paz—no es una realidad histórica o política, sino de la intimidad».
La patria que exalta el poeta no es entonces la de la historia política nacional, sino la patria oculta del día a día, aquella a la que cada quien pertenece a través del lugar donde nació y vivió, y a través de la lengua y la cultura que aprendió. Tiene que ver con lo más íntimo y escondido de cada uno, y eso sólo se puede expresar convenientemente a través de la poesía.
Y entonces es en esto en lo que radica una de las utilidades de la poesía: funciona como una fotografía hecha de palabras, por lo que es capaz de salvar del olvido.
Una nación puede reconstruir los valores de su pasado en la medida en que la poesía los retrata con palabras.
Ahora bien, en esta época, en que todo se quiere medir según los criterios del materialismo y el utilitarismo, habrá muchos que piensen que la poesía no sirve para nada. Es verdad que la verdadera poesía es un arte, y que el arte en sí no se hace «para algo», sino que él mismo es su causa y propósito; pero no por ello el arte deja de tener utilidad, aun cuando su intención de origen nunca sea utilitaria.
Así, en el caso de la poesía, ésta permite expresar lo subjetivo, lo sublime, lo intangible; y por eso es capaz de estremecer, de entusiasmar y de elevar los espíritus.
En palabra del poeta español José Hierro, «la poesía sirve para decir aquello que no se puede decir».
Mientras dura la interacción con un poema, la persona que lo lee o lo escucha experimenta múltiples transformaciones. Y cuando se llega a amar un poema, por su brevedad y musicalidad tiende a permanecer en la memoria, de modo que enriquece la percepción mientras viva esa persona.
Pero si se quiere sacar de la poesía todavía una utilidad más práctica, sin duda la poesía funciona para que no decaiga el lenguaje humano.
Si decae el lenguaje humano, automáticamente decae la condición humana. Hoy hay una notable crisis en la poesía, y la hay porque el lenguaje humano actual ya decayó; de ahí que aparezcan tantos «pseudo poetas» de incapacidad creadora manifiesta; pero, carente de calidad, la palabra deja de cautivar.
Redacción
Tema de la semana: el más grande poeta católico del siglo XX
Publicado en la edición impresa de El Observador 17 de junio de 2018 No. 1197