Jorge Guillermo Treviño Gutiérrez nació en la ciudad de Monterrey, N. L., el 7 de diciembre de 1960, en el seno de una familia católica y con valores cristianos; llevó una infancia normal. El 26 de julio de 1984 contrajo matrimonio con Cecilia Plancarte González. Era un hombre sano y deportista; frecuentemente jugaba al tenis con su mujer. Era de complexión delgada (63 kg.) y de estatura baja (1.62 mts.). Él y Cecilia tuvieron dos hijos, Jorge y Gabriel

El  encuentro  en  un  sueño

«Estuve con Conchita, la vi muy cerquita, como a 30 cm. de distancia; yo lloraba y le pedía que me escuchara; entonces se me acercó y me dijo: ‘¿Me buscabas?, ¿qué me quieres pedir?’  Y yo le dije: ‘¡Ya no quiero ver sufrir a mi esposa y a mis hijos, por favor, ayúdame!’ Ella me dijo: ‘Vamos a rezar’ y comenzó a rezar el Padrenuestro, pero yo, llorando, la interrumpí diciendo: ‘¡Ya no aguanto más; no quiero ver sufrir a mi esposa y a mis hijos!’ En ese momento ella me dijo: ‘Hazme un favor: haz tu comunión diaria y pide por los sacerdotes’. Y continuó rezando el Padrenuestro y el Avemaría. Después, me acarició la cara y entonces fue que traté de tocarla pero, creo que en ese momento se desapareció».

Un largo proceso de enfermedad

Siendo un  hombre enteramente  sano, sus padecimientos comenzaron en 1986, a los 26 años, con una gastritis severa; en ese entonces fumaba excesivamente. Los médicos controlaron el padecimiento con dietas y prohibición de tabaco.

En 1989 contrajo hepatitis y fue aislado por 30 días. A partir de 1990 tuvo mucha inestabilidad  en  su  trabajo  por  lo  cual  tuvo  que  vender su  casa  y  su vehículo; esto le acarreó un fuerte estrés y lo declararon hipertenso.

El año de 1993, no obstante su edad (33 años), comenzó a crecer (hasta 14 cms.) y a engordar; aquí aparecen las primeras contracturas musculares que ocurrían ya sea durante el desarrollo de alguna actividad física o aún en reposo. A partir de este año comienza con un calvario de enfermedades, sin saber la causa de ellas, a pesar de tener un estricto control médico: reflujo, acidez estomacal, presión arterial alta, desmayos, debilidad general, espasmos cardiacos, cefaleas, adormecimiento  de  las  extremidades,  excesiva  sudoración,  pero, sobre todo, contracturas musculares y calambres muy intensos y dolorosos acompañados de desgarres de los músculos y esguinces en ligamentos de las piernas; cuadro que del año 1996 al 2004 se fue haciendo cada vez más intenso, en ciclos cada vez más cortos.

En los años siguientes la neumonía, y el cuadro muscular se hizo más severo. Se le llegó a diagnosticar esclerosis múltiple y se le prescribió un tratamiento; al no haber mejoría alguna se desechó el diagnóstico.

En agosto de 2005, los calambres y dolores musculares se volvieron permanentes, ahora se venían desgarres y moretones. En esta ocasión, llamó al doctor Manuel de la Maza Flores, neurólogo, quién solicitó varios estudios. Jorge empeoraba cada día.

En enero de 2006 se detectaron varios discos con protusiones y como Jorge comenzaba a paralizarse, se optó por operar uno de los 4 discos dañados; sin obtener mejoría. Jorge y Cecilia llegaron a sentir una gran impotencia ante la situación aguda de dolor que se sucedía de noche y de día. En agosto de 2007 se decidió volver a intervenir quirúrgicamente a Jorge en otro disco cervical, para retirarlo y poner una placa. El resultado de dicha operación fue, otra vez, inútil.

En febrero de 2008, Marcela, una amiga de la juventud de la pareja, le obsequió a Jorge una foto de Conchita, una pequeña biografía y una Cruz del Apostolado y le contó también de Jesús María como un lugar de paz y de oración. Al recibir la estampa, Jorge le comentó a su esposa que estaba enamorado de la mirada de Conchita.

Viaje a Jesús María y petición de salud

El 15 de mayo de 2008, con permiso de su médico, Jorge decide viajar a Jesús María acompañado de su esposa Cecilia y de su amiga Marcela que se ofreció a llevarlos desde Monterrey. El superior de la comunidad, padre Carlos Francisco Vera, escuchó el relato de las enfermedades de Jorge e interrogó a cada uno de los presentes si tenían fe en esa intercesión. Todos dijeron que sí. Entonces los invitó a creer firmemente en que se lograría el objetivo de la peregrinación, pues les dijo que Conchita, como madre que era, favorecía a las familias con su intercesión.

El tiempo de su estancia ahí se repartió en varias visitas, incluido el huerto  de  Conchita. El padre Rafael Ledesma oró con Jorge, le impuso las manos y pidió, por intercesión de la Venerable Conchita, que, si era la voluntad de Dios, le concediera la salud.

Los caminos de Dios

Los peregrinos regresaron a Monterrey el sábado 17 de mayo y durante el viaje, quizá debido al esfuerzo y la emoción, Jorge se sintió bastante mal. Al lunes siguiente tuvo que ser internado a causa de una fuerte subida de presión arterial y elevación  de  la  glucosa  en  sangre. Al no poder controlar el dolor, se decidió aplicar un tratamiento a base de toxina botulínica, remedio paliativo que relaja, pero no cura. A Jorge no le pareció bien la propuesta, pero aceptó a petición de su esposa y se puso como fecha para el tratamiento el sábado 24 de mayo.

El jueves 22 de mayo de 2008, cerca de las 19.00 hrs., se encontraban en la habitación del hospital, además de Jorge, su esposa Cecilia y dos amigas: Marcela Morales y Consuelo Sada, quien poco después se retiró de la habitación. Jorge pidió a su esposa la Cruz del Apostolado y la estampa de Conchita. Se quedó dormido y tanto Marcela como Cecilia comenzaron a ver que, estando dormido, abría la mano izquierda que hacía años no podía abrir; eran cerca de las 19.10 hrs. Tenía en la mano izquierda la estampa de Conchita, musitaba algo en voz muy baja, su rostro estaba sereno y sus músculos relajados; también estaba moviendo los pies. Su esposa comenzó a tomar fotos con su teléfono celular para que Jorge le creyera al despertar.

Jorge comenzó a moverse todo: manos, brazos, piernas, se estiraba y levantaba las extremidades. Musitaba algo en su sueño; las mujeres se acercaron y se dieron cuenta que recitaba claramente las palabras  del  Padrenuestro. 

En  ese  momento  entraron  a  la  habitación otros de sus familiares  y el médico de cabecera. Jorge tenía en el pecho la estampa de Conchita y durante todo aquel «proceso», ahí permaneció. Al ver lo que ocurría, el medico ordenó cancelar el tratamiento, incluyendo la prevista aplicación de la toxina botulínica. Eran las 19:25 hrs. del jueves 22 de mayo de 2008. Después, todos caímos en la cuenta que era el Jueves de Corpus; en Jesús María se celebraba, en el Santuario de la Cruz del Apostolado, a esas horas, una Misa para pedir por la salud de Jorge.

Jorge fue sanado y al día siguiente salió el hospital por su propio pie.

 

Publicado en la edición impresa de El Observador del 24  de junio  de  2018  No. 1198

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