Por José Francisco González González, obispo de Campeche |
Los discípulos fueron enviados a evangelizar. Cuentan al Maestro su experiencia. Están cansados, y Jesús les propone retirarse en un lugar deshabitado, para allí gozar un poco de reposo, restaurando así las fuerzas desgastadas (Mc 6, 30-34). Por la lectura que hacemos del Evangelio, nos damos cuenta que no se promueve un mero activismo, el hacer por hacer. No es pura tarea externa de misión y cambio del mundo, al estilo de la sociología marxista. La misión del Evangelio es, también, tiempo de pausada reflexión, de gozo y de comunión personal con el Maestro. El descansar un poco es para mejor evangelizar. Algo similar dice un aforismo latino antiguo, a propósito de las vacaciones escolares: “Otiare ut laborare melius” (descansar para trabajar mejor). Cuando nos dedicamos al mero activismo, eso propicia, en nosotros, evadir la reflexión. Se busca, pues, el llenarnos de actividades y ‘compromisos sociales’ que nos llevan a la dispersión. Ya dispersos, la búsqueda incesante de la diversión y del espectáculo nos ahogan en nuestras miserias y fragilidades.
EL RIESGO DEL ACTIVISMO
El activismo da más importancia a la actividad humana que a la gracia divina. El Papa lo señala enfáticamente en su reciente Encíclica “Gaudete et Exsultate”. La ‘herejía de la acción’ como llamó el papa Juan Pablo II al activismo, vuelve anémica toda vida espiritual, esteriliza el apostolado y conduce a catástrofes morales y espirituales. Otro aspecto que resalta la narración bíblica, es que ahora no son Jesús y los discípulos al ir al encuentro con la gente. Ahora es al revés, el pueblo toma la iniciativa y los busca. No lo tenían planeado así. Buscaban descansar, pero tampoco los pueden rechazar. Eso significa que por encima de la planificación humana, ha de ponerse la acogida misericordiosa de aquellos que lo necesitan. La gente busca a Jesús y los suyos en un “lugar deshabitado” (desierto). Allí no hay modo de encontrar una tienda para abastecer de víveres para que coman los que están fatigados y hambrientos. Allí sólo queda poner la fe y confianza en la Providencia divina y en la solidaridad humana. Con este signo de atender a los pobres en sus necesidades y carencias se cumple el signo de la presencia del Mesías (cf. Is 25,6).
PASTOR COMPASIVO QUE ALIMENTA
La imagen usada por Jesús es la de un “pastor” que se compadece de las ovejas perdidas, que no tienen quién las cuide. La manera de pastorear de Jesús es con su Palabra abierta a todos, capaz de expulsar a los demonios, de dar vista a los ciegos y movimiento a los paralíticos. Los escribas eran ‘pastores’ elitistas. Sus enseñanzas eran dirigidas a unos pocos. La enseñanza de Jesús está asociada al alimento. Si vemos, son las dos partes de la Eucaristía. La primera parte, la Palabra que se nos da en abundancia (los domingos son tres lecturas y el salmo); y la segunda parte, la liturgia de la Eucaristía, donde el Pan de Vida, Cristo mismo, se nos da como alimento para el camino. Los discípulos quisieron separar esa unidad. cuando Jesús terminó de enseñar, de hablar, los discípulos querían despedir a la gente. Pero Jesús no lo permite. Porque si no, la predicación no habría logrado el cambio (conversión) esperado. Porque, yéndose, los que tienen dinero, podrán comprar alimentos; los que no tienen dinero, pasarían hambre. La Palabra viene a anunciar una comunión universal, ofrecida por Jesús como signo de misericordia; los hombres siguen divididos por causa del nivel económico (ricos y pobres), pero los tiempos nuevos anunciados por Cristo superan esa división. La enseñanza o doctrina compartida lleva a compartir el pan.
¡El Señor es mi pastor, nada me faltará!