Por Fernando Pascual

La palabra ideología suele ser presentada de modo negativo. Los motivos pueden ser diferentes, pero lo interesante del caso es que quienes critican las ideologías pueden hacerlo desde otras ideologías.

Por ejemplo, algunos que critican propuestas a favor de la vida del no nacido como ideológicas lo hacen desde otras ideologías con las que defienden el así llamado derecho al aborto.

Lo mismo se podría decir respecto de propuestas políticas que compiten en las elecciones: quienes defienden la ideología liberal critican las propuestas de quienes defienden ideologías totalitarias, y viceversa.

En el núcleo de este fenómeno se encuentra un hecho fundamental: todas las críticas sobre cualquier aspecto de nuestro mundo se hacen desde ideas. Incluso quienes se oponen a tales críticas lo hacen desde la idea de que no hay que usar ideas para juzgar…

Lo que ocurre es que algunas ideas son más correctas y otras más equivocadas. Así, por ejemplo, la crítica ideológica al capitalismo por parte del comunismo soviético se construía sobre prejuicios materialistas que iban contra la dignidad humana como se demostró ampliamente en las represiones aplicadas en la URSS.

Del otro lado, algunas críticas lanzadas desde ideologías liberales contra los Estados totalitarios se construían desde prejuicios filosóficos que negaban la posibilidad de alcanzar verdades absolutas sobre la justicia, la condición humana y el bien común.

En el continuo e ineliminable debate de ideas que caracteriza a los seres humanas, sigue en pie la necesidad de un estudio sereno sobre las diversas ideologías que compiten para descartar todo aquello que pueda ser equivocado y acoger lo bueno que sea ofrecido y argumentado válidamente en cada propuesta.

Ello evitará condenas sumarias (muchas veces ideológicamente deformadas) o aceptaciones acríticas de los diferentes puntos de vista en juego, y promoverá lo que es característico de la racionalidad madura: la apertura de mente a los  buenos argumentos, y la disponibilidad a corregir los propios presupuestos cuando se descubra que estaban equivocados.

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