Por Fernando Pascual
Un puente inaugurado hace pocos meses. Un buen día, se produce un derrumbe inesperado, quizá con muertos y heridos.
Suponemos que algo se hizo mal. Lo cual implica, en muchos casos, buscar responsabilidades.
Hablar de cosas mal hechas es posible porque creemos que existen cosas bien hechas. Es decir, porque distinguimos entre lo malo y lo bueno.
Algo se hizo mal porque, por prisas, por descuidos, por imprudencias, por desvíos de fondos, se empezó un proyecto que luego terminó en un fracaso, incluso que provocó graves daños.
En cambio, algo se hizo bien cuando se tomaron las medidas adecuadas, se buscaron los mejores medios, se evitaron engaños e imprudencias, y al final se consiguió una obra que, esperamos, sirva de ayuda para la gente.
En el mundo en el que vivimos, continuamente presenciamos malas acciones que provocan situaciones dañinas. Por eso, lo que hagamos por evitarlas abrirá horizontes a resultados buenos y a mejorar el mundo.
Desde luego, nunca podremos decir que llegamos a considerar todas las variables y a controlar todas las acciones de quienes participan en un proyecto. Es inevitable que existan peligros escondidos que aparecen en cualquier momento.
Pero el hecho de que existan tantas indeterminaciones en muchos asuntos humanos no desanima a los corazones emprendedores que buscan cómo llevar a cabo buenos proyectos y cómo revestirlos de seguridades benéficas.
Si, al final, algo sale mal, al menos habrá la certeza de que se hizo la tarea de modo responsable, se buscarán modos concretos para ayudar a quienes puedan sufrir como consecuencia de daños imprevistos, y se aprenderá de lo ocurrido para aumentar las precauciones en el futuro.