Por Fernando Pascual
En el camino de la historia humana, como en nuestros días, se han cometido y se cometen cientos de abusos, trampas, arbitrariedades, favoritismos, chantajes, despilfarros, corrupciones, pequeñas sustracciones, y una larga lista de actos dañinos.
En una tienda, el vendedor manipula la báscula, y así vende por el precio de un kilo lo que pesa 900 gramos.
En una fábrica, el jefe de sección toma (roba) piezas pequeñas para venderlas en otro lugar, al mismo tiempo que un obrero finge trabajar mientras juega con su móvil.
En una oficina, un trámite urgente queda «atorado» porque el encargado ha decidido anteponer las peticiones de varios amigos que le gratificarán convenientemente.
En un departamento público, el oficial llega habitualmente tarde a su despacho, mientras las colas de la gente muestran su descontento.
También en el hogar, el encargado de limpiar los platos inventa excusas para descargar la tarea en otro miembro de la familia.
Las trampas ocurren en tantos lugares, de tantas maneras, que casi sería imposible hacer un cuadro general de la situación.
Surge la pregunta: ¿por qué hay tantas personas que hacen trampas? ¿Dónde está la raíz de un fenómeno tan universal?
Entre los muchos aspectos que podrían servir de explicación, hay uno muy sencillo: la aspiración a satisfacer ambiciones personales a costa de lo que sea.
Si uno desea más descanso, o más dinero, o más prestigio, o más placeres, o más poder, y si tiene una conciencia herida por el pecado, será fácil que incurra en trampas para lograr lo que tanto anhela.
Ante este mal, la curación puede ser entrevista fácilmente: adquirir una conciencia sana, enamorarse de la justicia, mirar a los demás y respetar sus derechos, cumplir las propias obligaciones con alegría.
A veces basta poco para romper situaciones generalizadas de trampas: una persona honesta brilla de modo particular entre sus familiares, amigos, conocidos, y estimula al cambio en quienes lo conocen.
No será, desde luego, tarea fácil, sobre todo cuando una buena persona está rodeada de corruptos. Pero al menos habrá iniciado un camino de justicia que beneficia al honesto y a otros, y que enseña cómo sea posible promover un mundo más equo y más solidario.