Por Antonio Maza Pereda
¿Puede hablarse de una persecución a la Iglesia? En el siglo XX y lo que va del siglo XXI hay más mártires que en toda la historia de la Iglesia. La llamada limpieza étnica en los Balcanes y en Medio Oriente en las últimas décadas tuvo un fuerte componente de persecución religiosa, concentrada en los cristianos. Y lo mismo ocurre en África y en zonas de China o la India.
México viene de una persecución religiosa que en unos años más cumplirá 100 años, con un momento álgido en la Cristiada y una persecución de baja intensidad que sigue hasta nuestros días, bajo el pretexto de la república laica que impide la presencia de la Iglesia en radio y televisión abierta y la prohibición de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, violentando el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones.
La persecución más fuerte, sin embargo, no se da ahí. Se da en la cultura, se da en los valores. Cuando se niega el concepto de verdad, por ejemplo. Cuando se hace burla de la religiosidad popular. Cuando en escuelas y universidades se hace escarnio de los alumnos con convicciones religiosas.
En esta situación se ha lanzado en octubre una campaña mundial de oración, propiciada por el Papa Francisco, pidiendo por la Iglesia. Vatican News, organismo del Vaticano, explica: «La difusión de esta intención del Santo Padre ha sido encargada a la Red Mundial de Oración del Papa, y en este contexto, su director, padre Frédéric Fornos SJ, explica en entrevista para Vatican News la importancia de sumarnos a la petición de Francisco».
En dicha entrevista, el mencionado padre Fornos explica: «Esta petición llega ahora, en particular, tras estos últimos meses donde la Iglesia vive situaciones difíciles; entre ellas han aparecido, con mucha más fuerza que antes, abusos sexuales, abusos de poder y de conciencia por parte de clérigos, personas consagradas y también laicos; sumando así divisiones internas. Y, ciertamente, muchos católicos piensan que es un momento difícil de confusión donde se escuchan cosas que pueden sorprender, incluso horrorizar…».
En resumen, esta campaña nos pide rezar el Rosario todos los días de octubre, acompañado por otras conocidas oraciones a la Santísima Virgen y a san Miguel Arcángel. Todo ello en desagravio por estos males terribles y para que la Iglesia se fortalezca.
Puede decirse, sin embargo, que esto no es a causa de una verdadera persecución. Los motivos de estos ataques a la Iglesia no son falsos.
Tristemente, los hechos que se señalan son verdaderos. Claro, serán aprovechados para desanimar y decepcionar a los fieles, frustrar vocaciones, enfriar la caridad de muchos. Entre nosotros están los culpables.
Está ocurriendo lo que dijo Paulo VI: «Se diría que a través de alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios». La sal ha perdido su sabor, diría el Evangelio. Y es un tema de todos. No es solo asunto de los obispos o del Papa. El daño es muy grave y requiere de la fortaleza de toda la Iglesia, de todos sus fieles. No podemos considerarnos ajenos. La Iglesia necesita de las oraciones de todos sus hijos.
A la Iglesia nunca la han debilitado las persecuciones. De cada una de ellas ha salido fortalecida. Lo que puede dañarla verdaderamente es que sea irrelevante. Que no importe porque no influya en la sociedad. Si a los fieles católicos no nos importa esta campaña, habremos contribuido a la irrelevancia de la Iglesia. Porque, si a nosotros no nos importa nuestra Madre y Maestra la Iglesia, ¿a quién más le podría importar?
Publicado en la edición impresa de El Observador del 7 de octubre de 2018 No.1213