Por José Antonio Varela Vidal (Ciudad del Vaticano)

La figura de monseñor Oscar Romero, canonizado el último domingo por el papa Francisco ante 70.000 personas en la Plaza de San Pedro, era visible no solo en el frontis de la basílica vaticana, sino también en banderolas, gorros, camisetas y pañuelos de los asistentes. A esto hay que sumarle las señales de televisión, radio e Internet del mundo entero que lo recordaban en todas las fases de su historia, mientras transmitían en directo desde las tres de la madrugada, por mencionar solo a Centroamérica.

En la cita con el papa se presumen alrededor de 10.000 salvadoreños, quienes con sus obispos habían llegado a Roma desde su país y distintas partes del mundo. Allí se les veía cantar, gritar y saltar. Otros rezaban o meditaban, pero todos se abrazaron al escuchar las ansiadas palabras del vicario de Cristo: «Declaramos y definimos como santo al beato Óscar Romero, y lo inscribimos en el catálogo de los santos, estableciendo que en toda la Iglesia sea devotamente honrado entre los santos…»

Acto seguido todo fue algarabía. Se elevaron los aplausos, cayeron lágrimas y hasta sonaron las trompetas pontificias. También había emociones contenidas, recuerdos que volvían y hasta la ira santa de algún justo. «A Romero ya no se le puede hacer daño», nos había dicho días atrás el cardenal Rosa Chávez. Y recordó cuando el papa Francisco «regañó» a los obispos salvadoreños en la última audiencia, al aseverar que a Romero «se le había matado dos veces, con una bala y con la piedra de la calumnia».

Sea en el cielo

En definitiva, estamos ante un nuevo santo proclamado como tal, que tomará su lugar entre las hornacinas de los héroes y valientes que exhibe la Iglesia, como son los santos y beatos. Ante su imagen, se podrá colocar desde ahora velas y flores en el mundo entero. No faltarán las escenas de muchísimos fieles que llegarán hasta allí a agradecerle, a pedirle que interceda o que nuevamente los defienda…

No va a ser raro que en sus capillas se cuelguen otros tipos de milagros, aunque no sean de plata. Probablemente sus devotos pondrán una carta de despido arbitrario anulada, una orden de desalojo no ejecutada, o la foto de algún pariente que apareció nuevamente.

También se verá a jóvenes cantándole -ya es patrono de la JMJ-, o a periodistas y comunicadores yendo a encomendarse antes de una comisión, pues también le han pedido hace años su patronazgo. Bien se sabe que él utilizó la radio, como un medio privilegiado para acompañar y consolar a su pueblo, superando así las barreras impuestas entonces en contra de su predicación.

Como en la tierra

Una forma de mantener viva su figura ha sido perennizar su obra a favor de la justicia, la solidaridad y la educación de los más vulnerables. A esto hay que sumarle «su cercanía a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos», en palabras del papa Francisco durante la homilía de la canonización.

Hay quienes hacen esto con convicción, por lo que llegaron hasta Roma con la camiseta puesta y un distintivo que llamaba la atención: «Comité Solidaridad Monseñor Romero». No eran del protocolo ni iban a acomodar a los peregrinos que acudían a la plaza. No, ellos venían a ver con sus ojos, cómo su gran inspirador sería canonizado y a recargar fuerzas para la misión. Y llegaban desde el mismo Washington DC, para mostrarle al mundo que el ejemplo de Romero está encarnado en el país más desarrollado del mundo.

¿Tanta necesidad se ve en EEUU?, le preguntamos. «Claro que sí, especialmente entre los migrantes», nos respondió una emocionada Bessy Granados, relacionista pública de la organización. Ella asegura que siguiendo las huellas de san Óscar Romero, su grupo se interesa por los problemas de los indocumentados, de los desempleados, las familias separadas y ante el poco acceso a la salud y la educación de calidad, acompañado esto siempre con pláticas de solidaridad y otros valores que empodere mejor a los pobres en la sociedad.

Romero para todos

Tal iniciativa, nacida en la capital estadounidense en 2001, está conformada por 22 salvadoreños que donan parte de su tiempo y sus recursos para vivir las Bienaventuranzas en varios países. Son favorecidos con su compasión Guatemala, México, Nicaragua, Honduras, República Dominicana, Paraguay, El Salvador e incluso Chile, Puerto Rico y el Perú, cuando estos han sufrido desastres naturales.

Es un hecho que el mensaje de Romero ya moviliza a ciertos sectores, que se desinstalan de su área de confort y van por más. Para alcanzarlo, los miembros del Comité se reúnen a meditar las homilías de Romero conducidos por un presbítero episcopaliano, una Iglesia que ya viene venerándolo desde años atrás.

Ante las muchas necesidades, la señora Bessy nos dice que pueden surgir otros comités a futuro. Es casi seguro que aparecerán allí, donde el mensaje de Romero mueva los corazones en pos de una «vida tajante», como la que le propuso Jesús al joven rico y que lo recordó el papa Francisco este domingo. También señaló a este personaje del evangelio, como el mal ejemplo de un «corazón paralizado», que estaba «lastrado» por las cosas de este mundo y que por ello no pudo seguir a Cristo.

Después de que el papa Francisco indicara durante la misa que el nuevo santo «dejó la seguridad del mundo y su incolumidad», se tiene cada vez más la convicción de que el legado de san Óscar Romero ya no es solo para América. Él es para el mundo, ¡es de todos!

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