Fray Junípero Serra ya era un sacerdote franciscano, un doctor en teología por la Universidad Lulliana, de Malloraca (España), y un predicador muy destacado y aplaudido, cuando comenzó a sentir el llamado de Dios para dejar su patria a fin de convertirse también en misionero.
Entonces fray Francisco de Palóu, que era uno de sus alumnos, le confió que él también sentía un fuerte llamado a la evangelización de los americanos. Pero no pudieron partir sino hasta el 13 de abril de 1749, cuando fray Francisco ya estaba ordenado presbítero.
Fray Junípero tenía 36 años de edad y fray Francisco de Palóu —que se convertiría además en biógrafo de su preceptor—26 años cuando llegaron a la Nueva España. Desembarcaron en el puerto de Veracruz y fray Junípero caminó con otro fraile por 99 días andando las cien leguas que había hasta la ciudad de México, que era la capital del virreinato. Si lo hicieron así fue porque, aunque el rey iba a costear el traslado en carretas, ellos se sintieron con ánimo, fuerza y salud para andar a pie, y se abandonaron a la Providencia partiendo sin más guía ni viático que el Breviario.
Cruzaron ríos y caminos helados (era el mes de diciembre), y en un cierto momento «se hincharon los pies del venerable padre Junípero, de suerte que llegó a una hacienda sin poderse tener; atribuyéndolo a picadas de zancudos por la mucha comezón que sentía, y habiendo descansado ahí un día, cuando estaba durmiendo aquella noche, sin sentirlo, se estregó demasiadamente un pie, que a la mañana le amaneció ensangrentado todo, con cuyo motivo se le hizo una llaga que le duró toda la vida», relata fray Francisco.
Ésa, su primera marcha por América, había sido, pues, dolorosa; pero las que realizó el resto de su vida lo fueron también, ya que la picadura del insecto le dejó importantes secuelas: una cojera permanente, e hinchazón de su pie y su pierna con las caminatas.
No había médicos y nadie conocía un remedio. Aun así, él continuó a pie todos los trayectos terrestres. La respuesta de fray Junípero Serra a su difícil situación de salud durante todos esos años de ministerio fue: «Yo tengo puesta toda mi confianza en Dios, de cuya bondad espero me conceda llegar». Y, efectivamente, llegó a todos los lugares a donde fue enviado a misionar: la Sierra Gorda queretana, la Baja California y la Alta California.
Redacción
¿POR QUÉ SE LE CANONIZÓ?
Desde los principios de la Iglesia los cristianos señalaban por aclamación popular a los santos, que casi siempre eran mártires.
Para evitar abusos, a partir del siglo V, los obispos tomaron la responsabilidad de declarar a los santos en su diócesis, y fue hasta 993 que una canonización fue hecha directamente por un Papa.
En 1234 las canonizaciones se reservaron sólo al Papa, y en 1588 el proceso fue confiado por el pontífice a la Congregación para las Causas de los Santos, y se ha legislado que debe darse, como garantía, una primera señal de Dios consistente en un milagro obtenido por la intercesión del candidato, que entonces se convierte en beato, y otro milagro más para poder ser llamado santo.
Siguiendo estas reglas, fray Junípero Serra fue beatificado por Juan Pablo II en 1988; pero no se confirmó un nuevo milagro para su canonización.
El día 15 de enero de 2015, durante su viaje de Sri Lanka a Filipinas, Francisco sorprendió anunciando que canonizaría a fray Junípero en septiembre de ese año durante su viaje a Washington, aunque faltara la segunda garantía divina. El motivo lo explicó el mismo pontífice: «He decidido canonizar a aquellos que hicieron una gran labor de evangelización y que recogen el espíritu evangelizador de la Evangelii gaudium».
En dicha exhortación apostólica, Francisco llama a todos a ser «instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres», de «acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación», pues la «redención tiene un sentido social», y es fundamental «la inclusión social de los pobres».
TEMA DE LA SEMANA: LOS PASOS DE SAN JUNÍPERO
Publicado en la edición impresa de El Observador del 18 de noviembre de 2018 No.1219