Una sola semilla de este cáncer hace que pronto se contamine la mente y el corazón
Por Modesto Lule MSP
Lucía miraba el celular esperando un mensaje. Ya eran casi las diez de la noche y había quedado su hija de llegar a las siete. Mandaba y mandaba mensajes pero no contestaba.
Cerca de las once de la noche Mariana entraba a su casa y se dirigía a su cuarto. Lucía le preguntó el por qué se había tardado; sin embargo, Mariana no respondió, sólo cerró la puerta con fuerza. Lucía fue a la puerta de su cuarto para preguntarle nuevamente porqué se había tardado, no hubo respuesta. Lucía por lo menos sabía que su hija estaba en casa.
Al otro día Mariana no se levantó, su madre pensaba que ya se había ido a la escuela hasta que quiso entrar al cuarto de su hija para buscar algunas cosas y no pudo entrar porque estaba cerrado.
Buscó la llave de respaldo y al abrir miró a su hija cubierta con las cobijas. Lucía comenzó a gritarle enojada porque no se había levantado. Mariana no respondía, sus ojos estaban rojos y su mirada perdida. Lucía comprendió que tenía que dejar de gritar. Después de un silencio Lucía se sentó muy cerca de su hija y la abrazó. Al cabo de tres horas madre e hija salían de la casa rumbo al ministerio público.
Lucía se había juntado con Tomás, el padre de Mariana, hacía 17 años; después de cuatro se separaron. Tuvieron dos hijos, Mariana fue la primera y Rafael el segundo. Tomás se fue a Estados Unidos y desde entonces no había regresado. Un tiempo mandó dinero para ayudar a sus hijos. Al pasar el tiempo se juntó con una ciudadana de aquél país y se casó para poder arreglar papeles.
Después de 13 años Tomás regresaba a su tierra para visitar a sus padres. Trajo consigo algunos regalos para contentar a los hijos de él y Lucía. Los llevó a divertirse a varios lugares pero sin Lucía, pues él traía consigo a su familia y ellos sabían de su relación pasada. Lucía no quería en un principio dejar que sus hijos salieran con su papá pero Tomás buscó la manera para que sus mismos hijos presionaran a su madre y esta les dejara ir.
Ya tenía dos semanas Tomás en su pueblo y el domingo Mariana había pedido permiso a su mamá para ir ella sola con su papá y su nueva familia al cine. Su hermano el pequeño no podría ir pues la película elegida era una de terror, así que preferían que no fuera. Ese domingo en la noche todo cambió para Mariana.
Lunes por la mañana ya habían hablado Lucía y Mariana con los del ministerio público y se había procesado la detención para Tomás. Subieron a una patrulla y se dirigieron a la casa de los papás de Tomás porque ahí se estaba quedando. Cuando llegaron no lo encontraron, en la madrugada había salido con todo y familia rumbo al aeropuerto.
Madre e hija se abrazaron y los policías comenzaron a hacer llamadas a otros oficiales, notificaban que Tomás, junto con su familia, ya habían volado rumbo a Estados Unidos. En la noche del domingo Tomás abusó sexualmente de su hija, no le importó ni siquiera que fuera su propia hija, la lujuria le tenía totalmente dominado.
La lujuria provoca adicción y hace que la persona pierda sentido de la realidad. Basta con que se le deje entrar en la mente de cualquier ser humano y siembra su semilla que provoca el caos. La lujuria no discrimina ninguna condición, la pueden padecer tanto ricos como pobres, grandes y chicos.
Una formación en el pudor y la pureza de pensamientos podrán hacer frente a tantos ataques que el pansexualismo (cuando todo tiene que ver con el sexo) hace en todos los medios de comunicación. Una sola semilla de este cáncer hace que pronto se contamine la mente y el corazón.
Con el Internet a disposición de todos el mal se hace gigante de forma acelerada. Es momento de hacer conciencia y hacer un alto para buscar ayuda en Dios y en la psicología cristiana para que no se caiga en aberraciones. Lo planteado aquí para unos es un caso fuerte, pero lamentablemente para otros es solamente un destello de lo que sucede en la realidad con muchas personas que no dicen nada porque los que están involucrados son familiares.
Hasta la próxima
SABER DISCERNIR
► Romanos 12, 2 dice:
«No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto».
Publicado en la edición impresa de El Observador del 25 de noviembre de 2018 No.1220