Ella no se apareció de visita, vino para habitar aquí.
El 9 de diciembre de 1531 se manifestó visiblemente a san Juan Diego y le dijo:
«Mucho quiero yo, mucho así lo deseo, que aquí me levanten mi casita sagrada, donde mostraré, haré patente, entregaré a las gentes todo mi amor; mi mirada compasiva, mi ayuda, mi protección».
¿Por qué eligió su residencia en este lugar?
«Porque, en verdad, yo soy vuestra Madrecita compasiva, tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta tierra, y también de todas las demás gentes, las que me amen, las que me llamen, me busquen, confíen en mí».
¿Qué clase de protección promete?
De nuevo responde la «Madre del verdadero Dios por quien se vive»: «Oiré su llanto, su pesar; así yo enderezaré, remediaré todas sus varias necesidades, sus miserias, sus pesares».
¿Lo ha cumplido?
¡Desde luego que sí! El 12 de diciembre de 1531 le alcanza la salud al moribundo Juan Bernardino, tío de san Juan Diego.
El 26 de diciembre del mismo año, mientras se realizaba una procesión para trasladar la imagen de la tilma, muchos indígenas iban festejando, como era la costumbre de los chichimecas, danzando y jugando con los arcos y las flechas, pero a uno ellos se le disparó accidentalmente una flecha, que atravesó la garganta de otro indígena, rompiéndole la yugular y causándole la muerte. Cayó ante la imagen de la Guadalupana; pero cuando le quitaron la flecha revivió, y sólo le quedó de por vida la cicatriz como señal de lo ocurrido.
A partir de entonces Dios ha realizado miles y miles de milagros (acontecimientos sobrenaturales) por intercesión de Santa María de Guadalupe, así como millones y millones de otros favores a quienes de ella son devotos.
Un estudio realizado vía internet por Consulta Mitofsky en diciembre de 2014 revelaba que 1 de cada 4 mexicanos que aceptaron responder la encuesta había cumplido alguna «manda» en honor a la Virgen de Guadalupe por algún favor que de ella había recibido.
Así como llegó, ¿algún día podría marcharse?
Una verdadera Madre no abandona a sus hijos. Pero lo que sí puede suceder es que sean los propios hijos, con sus acciones, los que la expulsen de su casa, de México. En el pasado prácticamente todo el país fue guadalupano; pero las cosas han ido cambiando: una encuesta de 2015 realizada por el Gabinete de Comunicación Estratégica revelaba que en aquel entonces ya sólo el 69.9% de los mexicanos se sentía guadalupano.
TEMA DE LA SEMANA: HACIA EL QUINTO CENTENARIO DEL ACONTECIMIENTO GUADALUPANO
Publicado en la edición impresa de El Observador del 9 de diciembre de 2018 No.1222